La crónica

Temor en el centroderecha al derrumbe de Vox por la moción

Los partidos se preparan para ajustar sus estrategias electorales al resultado del debate de esta semana en el Congreso

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en un acto de su partido en el patio del antiguo CIM, en la Facultad de Ciencias de la Empresa de la Universidad Politécnica de Cartagena.
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ayer, en un acto en Cartagena TarekPP

La segunda moción de censura de Vox contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, amenaza con desestabilizar la estrategia electoral en el bloque del centroderecha. En un principio se interpretó como una moción de censura de Vox que iba dirigida contra el PP. Ahora cunde más la lectura de que en realidad es una moción de Vox contra Vox por la caricatura que sale de los prolegómenos de esta iniciativa parlamentaria. El núcleo duro de Vox señala, como siempre, a los «mensajeros», además de presentarse como víctimas de una operación de desestabilización externa para justificar así los nervios que se respiran entre sus círculos de máxima confianza y, también, que hayan perdido el apoyo de sus satélites mediáticos más próximos.

El partido de Santiago Abascal se sostiene en una dirección que más parece un consejo de notables. Y a ellos miran desde los segundos niveles con incertidumbre respecto a las consecuencias de dos cuestiones clave: haber cedido el liderazgo de la moción al economista, ex comunista, Ramón Tamames, y la sensación de que se enfrentan al desconcierto de sus votantes sobre el mensaje que querían transmitir con la elección de este nombre.

Tampoco está ayudando la imagen de que las decisiones del partido se toman en una marisquería y con la participación decisiva de agentes externos como el escritor Fernando Sánchez Dragó. Las declaraciones de Tamames y de Sánchez Dragó no han revertido a favor de la seriedad de las siglas.

Tal es así, que la preocupación por los efectos de la moción empieza a sentirse en la dirección del PP, pero no en el sentido que cabía esperar. El miedo es a que Vox pague tal precio que deje de funcionarles como elemento que les «centra» y les ayuda a moverse en esa dualidad que implica conservar el granero de la derecha y seguir pescando voto del centro. Para que pueda ser útil repetir la estrategia que los populares siguieron en Andalucía, y que permitió a Juan Manuel Moreno alcanzar la mayoría absoluta, la posibilidad de que Vox se diluya demasiado no se ve como un factor que sume al resultado final de las elecciones.

[[H3:«El principio del fin»]]

En clave política, en los días que sigan a la celebración de la moción todas las alertas estarán puestas en ver la reacción interna en Vox y, asimismo, en la evolución de las encuestas. Cabe también decir que a nivel autonómico la lectura que hacen en el PP de la crisis que puede abrirle a Vox la moción de censura no coincide exactamente con la interpretación que hacen en la cúpula nacional. Hay plazas autonómicas donde los cálculos que se están haciendo apuntan a que esta semana puede acercarles aún más a la mayoría absoluta que buscan en las urnas.

En cualquier caso, lo que suceda en el Congreso de los Diputados tendrá consecuencias en las estrategias de la campaña autonómica y municipal. Falta además por ver en qué se quedan las maniobras de los partidos a la izquierda del PSOE para boicotear el debate parlamentario. Los socios de Pedro Sánchez esperan que Moncloa también se presente con algún golpe de efecto, como el de que el jefe del Ejecutivo solo conteste a Abascal, en la presentación de la moción, y no dé réplica al candidato Tamames, tarea que, según especulan, puede dejar en manos de la vicepresidenta, Yolanda Díaz, que se sigue reivindicando como comunista.

Llegados a este punto, lo que más preocupa en el núcleo duro de Vox es que hasta los más suyos reniegan de la decisión de seguir adelante con la moción, y aún más de la mano de Tamames. Es en esos círculos donde estos días se está escuchando hacer el pronóstico de que éste puede ser «el principio del fin de Abascal». Las elecciones de mayo serán un examen personal de una estrategia que, incluso entre los que han apoyado con más fuerza a Vox en su andadura política, se califica de «esperpento». Critican que el partido lo dirijan desde fuera personajes «tan excéntricos» como Sánchez Dragó, y hasta que se utilice la figura de Tamames para no asumir en primera persona la derrota en la votación parlamentaria.

El PP no quiere "participar del juego"

En la sala de máquinas de Vox la urgencia está en ver hasta qué punto pueden ser capaces de controlar a un candidato que en la sesión parlamentaria temen que se deje llevar por su componente «narcisista» y piense más en su éxito personal que en el lugar en el que deja al partido que le ha abierto la puerta grande del Congreso.

Mientras, en la dirección del Partido Popular tienen decidido «no participar del juego» más que, si acaso, como espectadores. Feijóo mantendrá su agenda, como si no se estuviera celebrando la moción de censura, y la presión de la izquierda contra la decisión de Génova de abstenerse no hace mella en una posición debatida y que se justifica en el propio interés electoral del jefe de la oposición.

Esta partida la disputarán, por tanto, como lo que creen que es, «una puesta en escena con interés de partido, utilizando como teatro el Parlamento, por parte de quien busca recuperar foco mediático».