Madrid

Triana Martínez: «Mi madre fuma porros, yo no»

LA RAZÓN accede al sumario de la investigación del asesinato de Isabel Carrasco en el que las presuntas asesinas, madre e hija, se contradicen en sus diferentes declaraciones

Isabel Carrasco junto a una de las detenidas por su asesinato, Montserrat Triana Martínez González
Isabel Carrasco junto a una de las detenidas por su asesinato, Montserrat Triana Martínez Gonzálezlarazon

LA RAZÓN accede al sumario de la investigación del asesinato de Isabel Carrasco.

Ni siquiera concedió a su víctima la oportunidad de saber que iba a morir. «Ella no me vio. Saqué el arma del bolso y le disparé en la espalda. Cayó al suelo y le di dos tiros más», así confiesa María Montserrat el crimen de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León. Reconoce su autoría en las dos declaraciones que presta y que obran en el sumario al que ha tenido acceso LA RAZÓN. Pero, ¿qué llevo a esta madre, sin antecedentes, y mujer de un policía nacional en activo, a quitarle la vida? María Montserrat cuenta que la vio caminando sola, «y no se qué sentí en ese momento. No se qué se me pasó por la cabeza», dice y se apoya, parece, en la locura, para tratar de dar una explicación a lo inexplicable. Sin embargo, el odio prevalece y acaba reconociendo: «No pude evitar la situación, estaba harta». Su relato a veces es tan confuso que su abogado tuvo que pedir que la asistiera un médico forense «para evaluarla psicológicamente, porque su relato es caótico y difícil de entender». A pesar del aparente caos en sus explicaciones, de sus palabras se desprende un rencor visceral e irreflexivo, tan arraigado que hasta después de la muerte es imposible extirparlo, un odio que, como el veneno, se ha diseminado por todo el cuerpo, y ha intoxicado su alma. «He llegado a este punto por deses-peración. Esa mujer fue muy injusta con mi hija. Triana no puede dormir porque Isabel le ha hecho la vida imposible. A mi hija le había surgido un buen trabajo en Valladolid y otro en León y esta señora llamó para que no le dieran el puesto. Mi hija padece una fuerte depresión por éste y otros hechos parecidos, así que me vi obligada a hacer justicia».

Triana describe la misma inquina que su madre hacia la presidenta de la Diputación: «Isabel me ha tratado muy mal. Por su culpa he tenido una depresión y he adelgazado 25 kilos. Hace años que no puedo conciliar el sueño y tengo que tomar Tranquimazin. Cuando trabajaba para ella, me llamaba de madrugada desde un número oculto, y prevaleciéndose de su situación de superioridad, me pedía cosas para ella y para sus amigos, unas oficiales y otras privadas». No es el único episodio que Triana describe. También cuenta que ella era la encargada de arreglar pagos no justificados de Isabel Carrasco y apunta a irregularidades económicas: «Hacía ver que había gastos en la Diputación por importes muy superiores a los que en realidad se producían». También explica que en la oposición a la que se presentó, adjudicaron la plaza que por méritos le correspondía a ella a otra persona de forma irregular. «Isabel ha tratado de hacerme todo el mal posible. Muchas personas me han dado la espalda por miedo a sus represalias. No duermo, no salgo, no tengo ingresos. Para mí, ella es como un demonio». Madre e hija coinciden en su odio profundo y relatan en sus dos declaraciones, las que prestan ante la Policía y ante la jueza, los mismos episodios. En ellos, la víctima es Triana y la crueldad la encarna Isabel Carrasco. Da la sensación de que durante años se han alimentado la una a la otra y que su comida era, de primero, animadversión, de segundo, resentimiento y de postre, rencor.

Mas allá de sus razones para matar, sus versiones del crimen, aunque en general encajan, en algunos detalles esenciales difieren de forma sustancial. María Montserrat ejerce de madre y coloca el peso de la culpa sobre su espalda, y sólo sobre la suya. Da a entender que el asesinato no fue planificado y que su hija no supo, ni antes ni después de los disparos, que ella había descerrajado tres tiros contra Isabel Carrasco. Entonces, ¿cómo se justifica que Triana escondiera el bolso con el revolver minutos después de la ejecución? La madre de Triana explica que mientras ella huía del lugar hubo un encuentro casual: «Mi hija me vio y vino hacia mí. Le di el bolso y le dije que lo tirara, que yo me iba para el coche. Ella se quedó sorprendida. Me dijo: "bueno"y se fue. Ella no sabía que había en el bolso. Yo no quería implicarla para nada». Y este es uno de los puntos débiles de su declaración. Si de verdad no estuviera al corriente del crimen de su madre, ¿es lógico su comportamiento?, ¿por qué no le preguntó la razón que había para deshacerse del bolso?, ¿por qué no miró dentro?, ¿por qué no lo tiró en la primera papelera que encontró?, ¿por qué lo escondió dentro del coche de su amiga policía?

Triana relata que vio a su madre: «venía pálida, nerviosa y desencajada». Tras entregarle el bolso y pedirle que se deshiciera del mismo, «me puse nerviosa y salí caminando como para casa, pero me crucé con mi amiga Raquel que estaba hablando con un chico. Entonces le dije a Raquel, ''hola, voy a comprar fruta y te dejo esto en el coche'', así que dejé allí lo que me había dado mi madre. Yo no sabía que contenía». ¿Cuándo y por qué había decidido comprar fruta?, ¿qué sentido tiene? Si es inocente, ¿por qué no contó el extraño episodio desde el principio? Además, niega que la segunda pistola hallada en su domicilio durante la entrada y registro sea suya, también rechaza haber realizado búsquedas de armas con su madre en internet y tomar notas de las consultas, algo que, en cambio, María Montserrat reconoce, no sabía de la existencia de seis bolsas de marihuana en su casa (pesan 660 gramos), pero sí reconoce: «mi madre fuma porros alguna vez. Yo no». Por negar, llega incluso a decirle a la jueza: «No creo que lo haya hecho mi madre... No entiendo por qué nos está pasando esto».