Historia

Barcelona

Un «tesoro» por sólo 4.000 pesetas

El patrimonio de Sijena, valorado en más de tres millones de euros por la Generalitat, comenzó a enajenarse en la Guerra Civil

Josep Gudiol y sus colaboradores en el monasterio de Sijena, en 1936
Josep Gudiol y sus colaboradores en el monasterio de Sijena, en 1936larazon

Al principio fue solo un hombre venido de Barcelona. «Nadie sabía nada de él», recuerda Jesús Saba, 92 años, el más anciano de Villanueva de Sijena. Y tampoco era el mayor de los problemas en el pueblo.

Al principio fue solo un hombre venido de Barcelona. «Nadie sabía nada de él», recuerda Jesús Saba, 92 años, el más anciano de Villanueva de Sijena. Y tampoco era el mayor de los problemas en el pueblo. Apenas unas semanas atrás, los anarquistas de Durruti habían arrasado el municipio, prendido fuego al monasterio de Santa María de Sijena, arrastrado los huesos de las antiguas prioras y matado al cura del pueblo. Era el verano de 1936 y el caos se había apoderado de la zona. Con el monasterio abandonado por las sanjuanistas y los ricos tesoros del mismo relegados en cobertizos, el historiador y coleccionista Josep Gudiol llega al lugar y comienza a estudiar los valiosísimos frescos de la Sala Capitular del monasterio que se habían salvado de las llamas. Al tiempo regresa con tres colaboradores y empiezan a retirar las pinturas murales mediante la técnica del «strappo». «Tendían sábanas en el suelo y las mojaban. Nosotros no sabíamos qué hacían ni lo que tenían allí», recuerda Saba, que a la sazón contaba con 11. A pesar de que aquello no era jurisdicción de la Generalitat, la institución comisionó con 4.000 pesetas a Gudiol para ir a Sijena y establecer «trabajos de conservación» sobre el terreno. Pero el comisionado decidió llevarse las pinturas con esta técnica similar a la calcomanía. «En Cataluña tapan la historia verdadera: aquello fue un expolio», asegura Ildefonso Salillas, alcalde de Villanueva de Sijena. De aquellos polvos estos lodos. Hoy las pinturas murales de Sijena se exhiben en el MNAC de Barcelona. Forman parte de una pieza separada del litigio que estos días resuena en todo el país por la orden de regreso de los 44 bienes que están en el Museo de Lérida. Esas obras son, junto con muchas otras, las que acabaron escondidas en un pajar en los cruentos días de la guerra. Andando el tiempo, todo aquel patrimonio riquísimo en su conjunto del monasterio, una fundación del siglo XII que alcanzó un esplendor enorme ligado a la Corona de Aragón, se fue enajenando, vendiendo, perdiendo... Una parte tras la Desamortización de Mendizábal, pero la mayoría desde la Guerra Civil hasta los 90. Algunos retablos y pinturas de Sijena han aparecido décadas después en el extranjero, como una tabla subastada en Suiza, similar a la que un juez requisó el mes pasado en Barcelona cuando iba a ser subastada en la sala Balclis. Pero la mayor parte del «tesoro de Sijena» –excepción hecha de las pinturas murales, quizás lo más valioso del Románico oscense– fue vendido en circunstancias nada claras por las monjas a la Generalitat. Fueron tres operaciones entre los años 80 y 90 por un valor que hoy sería de 300.000 euros. La propia institución catalana ha admitido que hoy en día el valor de las piezas en litigio (53 de menor importancia que se devolvieron en julio y 44 a la espera de regresar) podría superar los tres millones de euros.

Documentos, vestimentas religosas, cuadros, retablos, esculturas y ornamentos eclesiásticos integran el «tesoro de Sijena» que, sin embargo, nunca podrá recuperarse del expolio y los avatares de la dispersión. Así, hay obras como una Virgen del Pilar anterior a la de Zaragoza que se han perdido. Otras se encuentran en instituciones españolas o extranjeras y muchas en paradero desconocido, tal vez olvidadas para siempre o en manos privadas.