Opinión
Zafarse de la trampa «voxera» ante el 23-J
Si algo deseaba Pedro Sánchez en esta campaña es restregarles a los electores de izquierdas el miedo a Vox
Lo de Extremadura es malo para los votantes de María Guardiola, pero bueno para el centroderecha español. Si algo deseaba Pedro Sánchez en esta campaña es restregarles a los electores de izquierdas el miedo a Vox y, de paso, neutralizar cualquier voto o abstención que pudiera favorecer a Núñez Feijóo desde el socialismo. Concentrar el voto en su persona, ante el miedo al bárbaro frente popular-voxista. El desacuerdo en Extremadura entre los populares y los de Abascal evidencia sin embargo que el PP sigue siendo el PP, es decir, que no renuncia a su identidad (véase la cuestión de la violencia machista) y que si pacta, con Vox o con quien sea, es por cuestión numérica práctica. La gente tiene derecho a votar Vox, que es un partido constitucional y democrático, y donde tenga escaños suficientes, se debe firmar con él, pero no es lícito que quiera imponer un pacto de gobierno en Extremadura con cinco escaños frente a 28 populares. Queda meridiano que el PP no sólo aspira a ganar las generales por mayoría absoluta –eso lo quieren todos los partidos–, sino que, en caso de tener que pactar con Vox, no va a renunciar a sus ejes constitutivos, esto es, la protección social más allá de liberalismo, la defensa del feminismo tradicional o la incorporación de los inmigrantes al desarrollo de España. Yo creo que esto centra el partido y le hace ganar enteros electorales.
Si de algo no era sospechoso Feijóo era de extremismo. Si acaso, de tibieza. Recuerdo sus posiciones en Galicia en materia lingüística –que critiqué– y su deplorable respuesta sobre el aborto como «derecho de la mujer, pero no fundamental». La suya no es una batalla de principios culturales –en el sentido amplio y profundo de la palabra–, sino de tecnocracia económica. Quien quiera criticarlo, que lo ataque por ahí, no por la ultraderecha, porque en los populismos no lo va a encontrar.
El líder del PP encabezó ayer la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso y no tuvo empacho en dejarle amplio protagonismo. Estaba presente María Guardiola –a la que la cierta derecha presenta como «socialista azul»– y todos los miraban con curiosidad, intentando entrever tensiones, pero lo mismo que en su día a Ayuso, Feijóo defendió a la extremeña y subrayó que los responsables de Madrid no deben coartar las negociaciones locales, en clara alusión a Santiago Abascal. Cada territorio es diferente y cada negociación distinta y en Génova parecen tenerlo claro. «De las nueve comunidades autónomas donde gobierna el PP, en cinco lo hacemos con Vox. En otras lo necesitamos, como en Valencia, y en otras dos, Baleares y Aragón, nuestros compañeros están negociando».
Durante el acto en la sede de la comunidad madrileña, María Guardiola se sentó con naturalidad junto a Carlos Mazón, el nuevo líder valenciano, y charlaron constantemente.
Veremos qué ocurre el 23 de julio porque está todo trufado de variables muy difíciles de calcular. Pienso en la fecha, que obligará a una menor participación; estoy atenta a los follones de Sumar con los Comunes[[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/cataluna/barcelona/colau-condiciona-continuidad-barcelona-formacion-tripartito-elecciones_20230623649594d244049c0001db8f5c.html||| –ahora los de Colau exigen otro referendo independentista]]– y desde luego considero esta atípica campaña en la que el presidente se entrevista a si mismo a través de sus ministros en una tele virtual o los del PP hacen vídeos jugando con la idea de «Verano Azul», la serie de la infancia que protagonizó el imborrable Chanquete.
Una cosa última. Menudo papel el de Vox. Si exacerban sus exigencias, se quedan fuera de los gobiernos locales. Si las minimizan, se desdibujan para el electorado de julio. Les aconsejo paciencia, este parece el tiempo de Núñez Feijóo: ya tendrán tiempo de hacerse notar.
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