Psicología

¿Y si nos vuelven a confinar? 5 consecuencias emocionales ante un hipotético retroceso de fase

En las últimas semanas numerosos rebrotes de Covid-19 han obligado a que un buen número de localidades y regiones de nuestro país hayan tenido que retroceder a la Fase 2 (o incluso 1) para evitar la propagación del virus y, por tanto, la posibilidad de un nuevo confinamiento general.

En las últimas semanas numerosos rebrotes de Covid-19 han obligado a que un buen número de localidades y regiones de nuestro país hayan tenido que retroceder a la Fase 2 (o incluso 1) para evitar la propagación del virus y, por tanto, la posibilidad de un nuevo confinamiento general.
En las últimas semanas numerosos rebrotes de Covid-19 han obligado a que un buen número de localidades y regiones de nuestro país hayan tenido que retroceder a la Fase 2 (o incluso 1) para evitar la propagación del virus y, por tanto, la posibilidad de un nuevo confinamiento general.PEXELES

Hace ya casi un mes desde que los nuevos rebrotes de la Covid-19 obligaran a retroceder a las fases 1 y 2 de la desescalada a las primeras localidades de nuestro país. Aragón, Murcia o Cataluña fueron algunas de las regiones más afectadas, las cuales han visto cómo, por desgracia y con el paso de las semanas, otras muchas les has seguido los pasos. La principal causa de este hecho los encontramos en el relajamiento de las medidas de prevención por parte de la población, quien no ha respetado determinadas normas como el uso de la mascarilla o el mantenimiento de la distancia de seguridad, tanto en espacios públicos como piscinas, playas o calles, como en entornos más privados y actos sociales.

Y es que, aunque no sirva de  excusa, el verano y sus especiales características, dificultan aún más este tipo de conductas preventivas.  El calor, las vacaciones o el reencuentro con nuestros seres queridos provocan que nos relajemos y no prestemos tanta atención a esas medidas que seguíamos “a pies juntillas” hace no tanto tiempo. Pero este estado de distensión, tranquilidad y cierto alivio, puede volverse en contra nuestra si nos vemos afectados por este retorno de fase o, lo que es peor, si regresamos a una situación de confinamiento general.

Entonces, ¿cómo nos afectaría este particular dejá vu? «Julio o agosto no son lo mismo que marzo o abril; nuestra mente se comporta de manera totalmente diferente ya que, en cada una de estas épocas, ésta tiene asumidas una serie de conductas o patrones preestablecidos. Cuando nos confinaron en marzo, estábamos en una época del año en la  que había menos horas de luz que en agosto, y donde lo más normal es estar en casa tras nuestra jornada laboral o en fines de semana fríos y lluviosos. Sin embargo ahora sucede todo lo contrario y esto, sin duda, nos dificultaría mucho más el volver a asumir un encierro obligado» afirma Veturián Arana, experto en bienestar y creador delMétodo SAAMA,

Y es que más allá de las repercusiones físicas que volvería a tener sobre nuestro cuerpo esta hipotética situación, son las consecuencias emocionales a las que, dada la experiencia vivida durante esta primera parte del 2020, deberíamos prestar una mayor atención. Hay que tenerlas muy presentes para, de esta manera, concienciarnos aún más sobre la importancia de cumplir las normas hoy… y evitar males mayores mañana. Veturián Arana nos expone a continuación estas 5 principales consecuencias emocionales que traería consigo un retorno de fase o, lo que es peor, un nuevo confinamiento.

5 consecuencias emocionales que supondría un retorno de fase o una vuelta al confinamiento

1.Grandes dosis de frustración...

Esta será, seguramente, la primera y más intensa sensación que experimentemos ante un hipotético nuevo confinamiento...y más durante estas fechas veraniegas. Hay muchas cosas que nos frustran pero, seguramente, una de las peores es la de no poder disfrutar de nuestro tiempo libre, vacaciones, seres queridos...

2.  … e ira.

La frustración suele ser un detonante de la ira. Es ella la que nos traerá el mal humor en algunos momentos del día y también ella, quien nos llenará de insatisfacción y nerviosismo.

Tanto la ira como la frustración son emociones que invitan a la acción (todo lo contrario de la tristeza, mucho más introspectiva).

3.Desmotivación.

Debemos recordar que tras el verano suelen llegar los propósitos para el nuevo curso. Se trata de unas fechas en las que solemos tener una dosis extra de motivación provocada por el descanso de los meses de verano, y que nos permite ver con optimismo todos los retos que tenemos por delante hasta que llegue el próximo verano. Toda esta buena energía podría estar en peligro si volvemos a encerrarnos.

4.         Dificultad para conciliar el sueño.

Seguramente este fue uno de los efectos más comunes del pasado confinamiento. Así que debemos pensar una cosa. Si durante unos meses más fríos y nocturnos nos costaba dormir correctamente, ¿que ocurriría en pleno verano? Si nuestra calidad del sueño se resiente, a continuación llegarán el malestar, cansancio crónico, insomnio e incluso alteraciones en el bienestar emocional. 

5.Menor resiliencia.

Todas las consecuencias descritas anteriormente pueden afectar seriamente a nuestro nivel de resiliencia, es decir, a la capacidad para superar las adversidades y salir fortalecido de ello. La resiliencia supone una respuesta para afrontar eficazmente una crisis que, en este caso, llegaría muy poco tiempo después de la primera por lo que superarla nos supondría un mayor esfuerzo.

Todas estas posibles consecuencias emocionales  no deben ser más que un sobreaviso para que, como se ha mencionado anteriormente,  extrememos aún más las medidas de prevención.  De esta manera, lograremos que el verano siga cumpliendo con esa función terapéutica y relajante tan necesaria cada año, pero que en el actual se antoja todavía más importante para nuestra salud.