feminismo

Beatriz Gimeno y las “pretty women”

La directora del Instituto de la Mujer se mostró indignada en Twitter porque tele 5 emitiera la famosa película Pretty Woman, protagonizada por Richard Gere y Julia Roberts.

La directora del Instituto de la Mujer se mostró indignada en Twitter porque tele 5 emitiera la famosa película Pretty Woman, protagonizada por Richard Gere y Julia Roberts.
La directora del Instituto de la Mujer se mostró indignada en Twitter porque tele 5 emitiera la famosa película Pretty Woman, protagonizada por Richard Gere y Julia Roberts.larazon.es

No sé si saben ustedes quién es Beatriz Gimeno. Si no es así, se la puedo describir en pocas pinceladas. Según Wikipedia, en la que por cierto sale una fotografía en la que aún no se le aprecia el rictus que confiere andar insultando todo el santo día, es una política y activista española a favor de los derechos LGTBI. Lo de arrogarse defensora de derechos de minorías incierta o ciertamente vulnerables, y convertirlo en una especie de profesión, en muchos casos (altamente) remunerada, es una cosa muy de ahora, sí. Que se ande con cuidado Greta Thunberg, que he visto a Soraya Arnelas llorando muy desconsolada por el sufrimiento de los árboles bajo la nieve que ha caído (spoiler) en Madrid. Ahí se está gestando una activista ecológica importante, y la sueca anda desaparecida, igual se está preparando la selectividad escandinava, pero ojito, Greta, que hay mucho intrusismo.

Bueno, a lo que iba. Beatriz Gimeno pertenece a Podemos, algo en nada sorprendente porque ya se sabe que los derechos LGTBI solo está autorizado que le preocupen a la izquierda, y en 2020 fue nombrada Directora del Instituto de la Mujer. Ese que hace unos meses pasó a llamarse, en una maniobra crucial y definitiva para la lucha femenina, Instituto de las Mujeres. En su día, la decisión, anunciada con bombo y platillo, dada la trascendencia del asunto, fue cuestionada por la derechona, que anda siempre mareando la perdiz y consideraba más prioritario invertir los euros en otras cuestiones, como suministrar ayudas o apoyo reales a mujeres maltratadas, colectivos vulnerables, contra la violencia de género, etc, en lugar de gastarlos en nueva cartelería, sellos, folletos, publicidad, rótulos y demás, pero la lucha contra el heteropatriarcado no está al alcance de intelectos simples y la decisión fue defendida con uñas y dientes. Es más, la secretaria de Estado de Igualdad y contra la violencia de Género afirmó que, pudiendo parecer “un cambio menor” (sin duda, una idea descabellada), no solo no lo era, sino que, además, “pretendía dar respuesta al clamor que quiere incorporar la diversidad de las mujeres en España”. C-L-A-M-O-R. Todo es interpretable, por supuesto, pero sobre lo que no cabe discusión alguna es que, con una modificación en el nombre de tal calado, hubo mujeres que sí salieron ganando.

Beatriz Gimeno, a pesar de tener una agenda repleta de imprescindibles tareas feministas que no sé si a ustedes, pero a mí, igual que la exhumación de Franco, me han cambiado la vida en el día a día, y siempre a mejor, no descansa ni en su escaso tiempo libre. Solo ese celo profesional y constante explica que a esta buena señora no se la deje ni ver la tele tranquila. Imaginen la doméstica escena: Beatriz cómodamente arrellanada en su sofá, Beatriz con la calefacción a tope, ya que no olvidemos que la luz ha subido esta vez por imponderables y no por culpa del gobierno, por lo tanto no hay que salir a la calle a exigir dimisiones, Beatriz con su taza de rooibos en la mano (conjetura: el rooibos es la bebida progresista por excelencia, rojiza, de precio proletario y capaz de sortear los estragos de las duras jornadas de los currantes), Beatriz que enciende la tele y Beatriz que se lleva un disgusto. Un disgusto que la empuja, en su afán profesional, a Twitter, porque el machismo es testarudo, el patriarcado no sabe de horarios ni respeta el descanso ajeno y es necesario continuar en la lucha, dar difusión al mensaje de la causa femenina y denunciar los atentados contra los derechos de las mujeres, sin pausa, sin sucumbir a la pereza. Todo por nosotras.

Imaginen, otra vez, la escena: esa manta en el suelo, el rooibos enfriándose, el sofá desierto, la tarde perdida ya, del sofocón, y Beatriz aporreando las teclas y diciendo: “¿En serio están poniendo Pretty Woman en Tele5?”, sacudida por la indignación, el pasmo y la congoja de ver cómo, de nuevo, las garras del marichulo opresor se ciernen sobre las desprevenidas mujeres.

Porque la pandemia no preocupa. Si hay empoderamiento, qué más nos da el paro si el feminismo no está en ERTE y, después de todo, la crisis económica solo la sufren los ricachones, esos que gastan combustible porque tienen coches, dejan las luces encendidas sin preocupaciones y beben bebidas azucaradas de pijos. Lo que de verdad importa es que en la tele se permitan ponernos una peli donde una prostituta, Vivian, acepta el infame acuerdo de un ejecutivo, que la envilece comprándole ropa bonita, trayéndole joyas, llevándola a la ópera y a todo tipo de lugares fabulosos y para rematar, enamorándose de ella y quitándola de la calle. Ahí es dónde debemos centrarnos y poner el foco. Es más, no sé cómo no hemos salido a la calle nosotras, a reclamar daños y perjuicios morales, por el daño quizá irreparable que se rodó en 1990 y fue, además, un taquillazo y éxito musical con la banda sonora, por no decir que encumbró a Julia Roberts, hasta donde yo sé una mujer y todo.

Pero Beatriz se ha indignado y yo la comprendo. A ver, comprendo a las dos, a Vivian y a Beatriz. Comprendo que si tienes la inmensa desgracia de tener que ganarte el pan de semejante modo, te dé un parraque si el amor no solo se te aparece, que ya es milagro suficiente, sino que lo hace con forma de hombretón guapo (Gimeno no estaría de acuerdo porque yo creo que odia a los hombres, pero yo soy de natural heteronormativo y lo digo a bocallena: g-u-a-p-o) que te retira de tal espantoso destino. Pero también comprendo que si eres una carga pública y te ganas un sueldazo generando crispación, enfrentamiento, conflicto y demás sinónimos, buscando enemigos imaginarios e inventando causas de lucha con las que jalear a tu ejército de abducidas, apesebradas y enchufadas varias, tú te arrimes a cualquier excusa para hacer de tu papanatismo una ofensa a las mujeres, pues faltaría más.

Es preciso que se dé impresión de que existís para algo y hasta de que funcionáis y todo. Así puedes seguir soltando, tú, la que dice que las mujeres de este país vivimos oprimidas, perlas del calibre de “la heterosexualidad es una herramienta política y social con una función muy concreta: subordinar las mujeres a los hombres”, o “la penetración anal a los hombres por parte de las mujeres contribuiría a la consecución de la igualdad” o “no queremos Prisión Permanente Revisable. No queremos más presos ni más cárceles” (menos mal que los fachas seguimos poniéndolo en la Carta a los Reyes Magos, que tener cárceles y presos nos hace particular ilusión) y seguir ganando un sueldo público. ¿Dónde? En un organismo destinado a, se supone, erradicar en lo posible las dificultades REALES de las mujeres.

Habrá quién crea que solo es cuestión de recordarle a esta señora que “Pretty Woman” es una película, una ficción que cuenta una historia bastante cursi y bastante irreal y nos endosa una moraleja, si me apuras, inadecuada y cuestionable, pero sería perder el tiempo: ella no es tonta.

Pero cobra por aparentar que las mujeres sí lo somos.

Neli Leal Rodríguez