Gastronomía
La discreción del Priorat
Andar por las comarcas del vino es dar una dimensión no sólo enológica, sino antropológica y cultural. La Cataluña interior, vinculada históricamente a las órdenes monacales, compone un puzzle de viñedos sobre suelos diversos y orografías cambiantes. El Priorat ha destacado gracias al impulso imparable de creadores como Álvaro Palacios o Reneé Barbier, ofreciendo vinos profundos, muy expresivos y de complejidades interpretativas. Junto a estos titanes, existen viticultores igualmente interesantes, caso de Josep Grau, que dejan que el susurro del campo se manifieste de manera limpia. Entre sus muchas elaboraciones, nos apetece reseñar Pedrabona, de un campo en terraza y sobre suelo de pizarra.
Esculpido gracias a la garnacha fundamental y a la cariñena que le aporta tejido, este ejemplar es franco, muy directo y con pocas estridencias. De esos que nos acompañan en barras gustosas y en compañías de amigos del alma. La secuencia técnica del bodeguero combina el cemento y el «foudre» de 14 meses, conectando al hombre con la tierra, como de manera confesa pretende Grau.
Las robustas líneas que enlazan el conocimiento del viñedo con la medida mano de la crianza, dan como fruto un tinto que no decepciona si sabe valorarse en su justa medida. La difícil sencillez es el reto de la singularidad paradójica de muchos vinos anónimos. Desde luego, no es el caso de un amable Pedrabona.
Bodegas: Josep Grau.
Nombre: Pedrabona.
D.O: Priorat.
Precio: 21,50 euros.
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