Restaurantes
Buenos productos y flamenco
César Molero dirige La Tienta, un clásico renovado en el que la excelente materia prima es protagonista
Comer unos buenos tomates cada vez resulta más difícil. Por eso, somos más exigentes a la hora de pedirlos en un restaurante. Pues sepan que los que forman la ensalada de La Tienta con burrata (o ventresca) son sabrosísimos, carnosos, de piel fina y con el justo equilibrio de acidez y dulzor. Un plato imprescindible de esta taberna, a día de hoy regentada por César e inaugurada por su padre, Venancio Molero Martín, en 1952. Probamos la variedad raff, procedente de Almería, y, ahora que termina la temporada allí, están en su punto los cultivados en el invernadero de la familia, situado en Navarrevisca (Ávila), también con mucho sabor. Nos cuenta César que ya en los 70 este histórico rincón renovado de buen comer era punto de encuentro de los aficionados durante las tardes de toros, que en 2009 comenzó una reforma y hace tres años la remató al unir el local al lado y asociarse con Ángel Martín (Clínica Menorca). El resultado es un espacio precioso muy concurrido al estar junto a Las Ventas, donde las corridas comienzan poco a poco a celebrarse, pero aquí la propuesta va más allá de los platos emblemáticos taurinos en una carta corta formada por recetas sencillas.
Puro arte en la mesa
Deliciosa es la ensaladilla rusa al estilo Jerez, que junto a las alcachofas al carbón y el tomate forman ese trío de platos que atrae a una legión de comensales. Para beber, optamos por una copa del rosado Hito, de Emilio Moro, y por otra del blanco ecológico, de Victorino Martín, en cuya finca también elabora un aceite de oliva virgen extra, que es posible llevarse a casa. Los hay que prefieren la oreja a la plancha, que bordaba su padre, lo mismo que los riñones y la sangre encebollada, que hoy sólo la sugieren las tardes de toros, ya que no es tan demandada. Sí lo son los cortes a la parrilla. Tanto el lomo de vaca gallega vieja madurada como las chuletitas de lechal y la pluma de ibérico con mojo de piquillos para disfrutar esta vez en el acogedor privado, cuyas paredes las cubren las fotografías de Júcaro, o en el comedor del piso inferior, con vistas a los cuadros de Walter Caleck. Los bocatines (“Don José”, de solomillo de angus con sofrito de ajo y Jerez, «El chulapo», calamares con alioli...), las chacinas y quesos, los torreznos, los boquerones y las anchoas del Cantábrico son una buena opción para un festival vespertino, en el que el buen rollo se respira, más cuando acude el cantaor El Parra con la guitarra y Pablo Álvaro. Puro arte.
Dónde: C/ Alejandro González, 7. Madrid.
Tel.: 913 55 33 05.
Precio: desde 20 euros.
Con mesas altas fuera
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