El descubrimiento de Priorat es responsabilidad de algunos precursores como René Barbier. Entroncado con antepasados del vino francés que vinieron a territorios tarraconenses para buscar vino en tiempos de filoxera, recuperó una zona de escaso prestigio y de vinos graneleros. Filósofo, libre a carta cabal, desde 1979 animó a otros cómplices como Alvaro Palacios para hacer del Priorat lugar de peregrinación. El legado continúa en generaciones que mantienen el respeto a una zona donde los cartujos elaboraron vino siglos atrás. Tintos únicos, con poderosa expresión, cuerpo intenso y que rápidamente alcanzaron el favor de la crítica y los mercados internacionales. Clos Mogador es sin duda la bandera de ese movimiento protagonizado por Barbier. Y siempre está presente el recuerdo a tomillo, la ruta de las especias campestres y ese recuerdo poético tan cantado de las aves, junto a los momentos de recogimiento y el vino como sospecha borgoñona. Esta etiqueta ya es leyenda en sí misma y cada una de sus añadas, como la presente 2018, redondean la gastronomía y nuestra propia vida.