Ligero, fresco… gozoso tinto

Serán los rigores del cambio climático, o un verano que va y viene como los amores perdidos, pero el asunto es que cada vez apetece más beber tintos de poca corpulencia. Y para la ocasión festera, un ejemplar que está descaradamente emparentado con un clarete. La uva mencía, como actriz principal, se alía con variedades blancas que la bodeguera Verónica Ortega fermenta al alimón.

Vino de paraje, de esos que reivindican un viñedo viejo y al rescate. Y se llama Lamilla. Luego, madera francesa, ánforas y todo esa sabiduría que algunos enólogos como Ortega indagan al servicio exclusivo de un campo. Todos los honores va atesorando quien entiende que los límites del vino son únicamente los que delimita la historia.Este tinto posee una desvaída y agradable presentación. Y en especial explota muy fresco, rotundamente frutal, y que es cómplice de la gastronomía de mesa alta.

Será cuestión del virus o del cambio de costumbre, pero las barras oceánicas que tantas alegrías nos dan, están siendo sustituidas por la mesa alta, el plato muy contemporáneo y mezclado, y de escaso sabor y guiso. Y en este espacio el vino Kinki es imbatible. Pues se bebe con su bajo nivel de flotación. El que encuentra el náufrago que dulcemente sabe que nunca se va ahogar. Porque cada botella que viene del viñedo al paladar lleva pasaporte de alegría sincera. Gozoso.

Bodega: Verónica Ortega.

Vino: Kinki Paraje Lamilla 2020.

D.O.: Bierzo.

Pvp: 23.90 euros