Gente
Arechabaleta y los otros hombres de María Teresa
La presentadora ha tenido cuatro romances y un matrimonio
Durante seis años, María Teresa Campos y Bigote Arrocet han sido el ejemplo perfecto de que los años no son ninguna barrera para volver a ilusionarse. Edmundo llegó a la vida de la presentadora después de varios años con el corazón desocupado, al menos en apariencia. De ahí la relevancia que los medios dieron a la nueva pareja. Semana tras semana, sus paseos, viajes y celebraciones eran analizados al detalle por la Prensa. Sí es cierto que antes de Edmundo pasaron por su vida caballeros estacionales sin mayor trascendencia: se la fotografió con José María Hijarrubia, Felipe Maestro, Santiago García y Gustavo Manilow. De hecho, nunca los presentó como pareja estable y tampoco vivieron en su mansión de Molino de la Hoz. El único que tuvo su espacio en la casa familiar fue Edmundo. Tenía su propio dormitorio “porque tenemos horarios diferentes. Yo soy más de día y él de trasnochar. Se queda pintando y haciendo sus cosas. Así no nos molestamos”, explicaba Campos ante las incisivas preguntas de los periodistas. Amén de Bigote, y con permiso del padre de Terelu y Carmen Borrego, la otra gran relación (hasta ahora) de la vida de María Teresa Campos fue la que compartió con Félix Arechabaleta. Compartió con el arquitecto vasco más de dos décadas. Era un hombre muy inteligente, educado y con una gran capacidad para amoldarse a la vida de la que fue durante muchos años la gran comunicadora del panorama televisivo español. Primero triunfó en TVE y después en Telecinco.
Félix tenía su vida profesional en Vitoria y alrededores y los fines de semana viajaba a Madrid para estar con María Teresa. En aquellos años, la periodista vivía en un chalet adosado en la misma urbanización de los alrededores de Madrid en la que hoy reside. A su lado y compartiendo jardín estaban su hija Carmen y sus nietos. La vivienda la había decorado Jaime Fierro y allí celebraba los cumpleaños de los miembros del clan Campos y otras fiestas importantes. Arechabaleta formaba parte de ese núcleo familiar compacto y nunca quiso ocupar un papel en los medios más allá del de ser la pareja de la estrella televisiva. Tenía su independencia económica y profesional y, por lo tanto, prefería mantener un perfil bajo. Ser novio de Teresa Campos no era un papel fácil y como lo sabía procuraba no ser protagonista cuando estaba a su lado. Se conocieron por casualidad cuando a ella se le estropeó el coche camino de Prado del Rey y él se paró a echar una mano. A partir de esa situación inesperada conectaron y pasaron muchos años juntos. Era habitual que los viernes, cuando viajaba a Madrid, el arquitecto apareciera por la redacción de “Día a día”, el programa que dirigía y presentaba la periodista. Allí compartía animadas charlas con el resto de trabajadores. Era un hombre muy sociable y tenía la cualidad de caer bien a la gente. Lejos de las grandes broncas y desconfianzas que María Teresa ha vivido al lado de Bigote, la separación llegó por agotamiento afectivo. La construcción de la mansión de Molino de la Hoz (que desde hace unos años quiere vender) no facilitó la convivencia. Félix, con su visión de arquitecto, consideraba que la nueva vivienda era excesiva tanto por la ubicación como por las dimensiones, sin olvidar su elevadísimo coste. Esas maneras tan diferentes de ver la vida complicaron la convivencia hasta el punto de que Teresa Campos dio por zanjado ese capítulo amoroso. Hace unos años, Félix falleció de un infarto. La periodista reconoció entonces que el arquitecto fue el hombre que mejor la entendió. Esta relación tan importante llegó muchos años después de la muerte de su marido, padre de sus hijas Carmen y Terelu. Ellos fueron, junto con Edmundo, las tres parejas más estables en la vida de la comunicadora.
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