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Rossy de Palma: “Seamos como seamos todas las personas somos bellas”
La actriz se convierte en embajadora del concepto “body positive” y habla sobre la diversidad en la moda
Recién aterrizada de París, llega a la entrevista Rossy de Palma como una revolución (francesa, claro). Ya lo dice ella, no está “para tonterías”. Cogido un poco de aire y ya sentada, la actriz mallorquina se abre en canal y se entrega a quien la entrevista. Quedan apenas unas horas para que, junto con otras embajadoras de Levi’s como su hija Luna Lionne o Silvia Abril, participe en un simposio sobre el concepto de “body positive” y un posterior desfile donde ejercerá de modelo. Y aunque la asociamos con la gran pantalla, De Palma también cuenta en su haber con unas cuantas pasarelas hechas. Una de las últimas hace unas semanas, para el emblemático Jean Paul Gaultier que no se olvidó de ella en el desfile con el que ponía fin a su brillante carrera. Y es que le debe a la moda hasta su nombre: lo de “De Palma” fue cosa de Manuel Piña.
–¿Su interés por este sector le viene desde pequeña?
–Yo empecé con seis años vistiendo una muñeca con mi tía. Cuando vi que una tela se transformaba en algo tridimensional... tuve una revelación. Empecé entonces a hacer prendas yo sola, sin tutoriales de Youtube ni nada de eso, que vendía en el rastro de Palma. Luego, cuando empecé con mi grupo, Peor Imposible, hicimos muchas cosas con telas sintéticas que pintábamos con lejía. En aquellos momentos solo se encontraban horteradas muy cutres o cosas carísimas, no había término medio. Así que optamos por el «do it yourself». Cuando fui al Festival de Venecia con «Mujeres al borde de un ataque de nervios» le hice a Loles León y a mí dos vestidos en lycra azul y roja que eran una maravilla. Eso sí, tipo tubo, que cortar lo hago muy bien, pero coser me da pereza. También me hice mucha ropa de escena. ¡A ver si me vuelven a invitar a «Maestros de la costura» y puedo llevar mis vestidos!
–Hablando de este espacio, el otro día Bibiana Fernández dijo que a ella le gustaba invertir en moda. ¿A usted también?
– ¡Yo no me gasto un duro en ropa! Prefiero que me la regalen. Ya tengo mucho, puedo vestir 50.000 personajes con mi armario, es como el de Marlene Dietrich, que tenía uno increíble. Me vino muy bien para mi trabajo, pero ahora quiero quitarme cosas y guardar los esenciales. Tengo unos abrigos plisados de terciopelo de Manuel Piña... eso sí, como soy de cuna obrera no consigo gastarme en ropa, prefiero hacerlo en tecnología y viajes. Tengo amigos maravillosos que me dan de todo. Todo lo bueno lo tengo por regalos (ríe).
–¿Cómo ve la evolución de la diversidad en la moda?
–Tuve la suerte de empezar con Gaultier y allí la diversidad estaba a la orden del día, era lo natural. Pero es cierto que en general es un concepto que ha ido evolucionando. Al principio fue más por interés de mercado, aunque hemos llegado ya a la idea de que seamos como seamos, todas las personas somos bellas. Y ahora las marcas sí que se están abriendo a todas las sensibilidades y hay más concienciación.
–¿Qué es lo que más le atrae de la moda?
–Esa necesidad ancestral nuestra por ornamentarnos. Más que la moda o las tendencias, me gusta la parte divertida, un lenguaje que puede hacerte cambiar incluso de humor. Recuerdo que en Cataluña y Baleares vestían más extravagantes, pero cuando llegué a Madrid te ponías un sombrero y la gente te miraba. Y luego mira cómo nos pintábamos y vestíamos en La Movida. Me interesa la creatividad. Puedes ir a lugares recónditos del planeta y no se adornan por un editorial de moda, sino por su amor a ornamentarse. Viajo mucho a Senegal y colaboro con su semana de la moda y es maravilloso cómo usan los colores.
–¿Es de llevar vaqueros?
–Pasé una temporada que no mucho, pero he adelgazado… y mira cómo me sientan. Es que, imagínate que a la sociedad le quitas los vaqueros. ¿Qué se pondría la gente? En la película “Prêt-à-porter” me cogí unos y me los puse hasta de turbante.
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