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Alaska añora la revista sin conocerla

La cantante Alaska durante el pase gráfico de la obra "La última tourné" en el teatro Calderón.
La cantante Alaska durante el pase gráfico de la obra "La última tourné" en el teatro Calderón.Chema MoyaEFE

Olvido, que reaparece teatralmente, me dejó clara su nostalgia, el inevitable e imprescindible recuerdo de tiempos mejores de éxitos sin fin como los logrados porCelia Gámez en sus cincuenta años –se dice pronto– de actuaciones españolas. Ella consagró el género, le dio altura y categoría internacional, de ahí sus actuaciones en ciudades de la frontera francesa o en el vecino Portugal, al que tanto cantó en «somos cantores de la tierra lusitana». Celia fue única, españolísima pese a su origen argentino y un acento que conservó toda la vida. Aunque algunos sitúen su cuna en el coruñés y monumental, el de las calles empinadas, el enorme globo de San Roque y la gastronómica Las Casillas, con su tortilla de patatas chorreando, muy sabrosa y que tomó fama internacional. Aún me relamo, y cuidado que pasó tiempo.

Eso también ocurre con la revista, antaño imprescindible en nuestra cartelera de fiestas mayores, lo mismo con el reclamo y gancho de Celia que posteriormente con la también porteña y bien plantada Addy Ventura, de sensacional trasero. En el «Teatro Talía», después rebautizado Martínez Soria por su comprador, que era cómico triunfador, barato y facilón con «La ciudad no es para mí». La hizo abarrotando durante años y la llevó al cine. El Paralelo donde reinaban Bella Dorita, Alady y Mary Santpere que estaba muy bien casada burguesamente con un médico llamado Pigrau, con el que tuvo a su hija Yoya. Tenían encima de la Diagonal una casa preciosa toda decorada de azules. La avenida Marqués del Duero, nombre real del Paralelo, era paseo aún cómodo, entrañable, festivo y cuajado de locales con espectáculos internacionales, donde don Paco suponía un cheque al portador y el aún mítico Molino de doña Fernanda fue con el más desatado «Barcelona de Noche» pioneros en el despelote al que entonces las autoridades no consideraban ni temían, eran así de liberales y adelantados. Aunque no sé si hoy aguantaríamos el estilo de don Paco. Dudo al respecto. Era otra forma de entender, hacer y ver el «show». Por esome asombra la postura nostálgica de Alaska, que solo conoce por referencias y noticias aquella época. Sin duda se presta al recuerdo añorante de una ciudad previa a la multitudinaria e irreconocible de «ferias y congresos», un eslogan que se lanzó en tiempos del alcalde Maragall. Hizo fortuna publicitaria pero no supieron sostenerlo. Una lástima.