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Soto del Real, de la corbata al macuto
Los presos «ilustres» de esta prisión han hecho de sus módulos VIP una pasarela de polos de firma, camisas y náuticos

Según las crónicas que llegan de Soto del Real, donde ingresó el lunes Santos Cerdán, cumplir condena en esta cárcel parece un castigo liviano si pasamos por alto el asunto de la corbata. Despojarse de ella es para un presunto delincuente de cuello blanco casi como quedarse desnudo. Su vida se va al carajo y pasa a ser un número en el sistema penitenciario. Luis Bárcenas, el preso 20427. Mario Conde, el 9435726448.
El exsecretario de Organización del PSOE evitó el trance y cuando llegó a Soto del Real ya no llevaba la corbata con la que había prestado declaración. Sacó lo que llevaba en los bolsillos y lo depositó sobre la mesa. Todo está en consigna, incluido su traje, que podrá rescatar para el juicio. A cambio, recibió su nuevo ajuar carcelario: sábanas, manta y una bolsa transparente con productos de higiene. Su letrado, Benet Salellas, enseguida lo completó con un macuto negro que le llevó a la prisión.
Vida en prisión
A partir de estas reglas, cada preso compone su estética. Los módulos 10, también llamado de respeto, y 13, de reclusos primarios o poco conflictivos, son considerados VIP por sus huéspedes recientes –Correa, Bárcenas o los líderes del procés–. Cerdán ha sido alojado en el módulo 13, por lo que se espera una convivencia tranquila y misma estética cuché.

La transición de los primeros días es una experiencia psicológicamente abrumadora. La corbata no está permitida por seguridad y desprenderse de ella es perder una parte de su identidad, estatus social, estilo y control de su propia vida.
Pulcretud, una regla no escrita
A estas horas, Cerdán es un número. Su identidad anterior importa poco. Steve Dagworthy, un inversor británico que cumplió tres años de prisión por una estafa piramidal y ayuda a los delincuentes de cuello blanco a prepararse para la cárcel, dice que el principal error es pensar que son clientes de un hotel barato y deben ser atendidos. «No es así. Pasan a ser ciudadanos de un mundo donde todos empiezan desde abajo. O nadas o te hundes. Es importante presentarse bien y llevar ropa que resista lavados intensos para verse siempre elegante». Aconseja evitar las camisetas de fútbol, por los conflictos que pueden suscitar.

El desaliño, el pelo largo o la barba sin cuidar minan la propia autoestima. «Asearte, hacer la cama, ir al gimnasio y participar. Todo esto demuestra que aceptas tu condición y que vas a aprovecharla al máximo. La idea es no hacer enemigos y asumir que, cuando entras en prisión, eres un reo, no el hombre libre querido o admirado». Pero la imagen ayuda a estar en el talego, al menos mentalmente, como si siguiese en la «beautiful people». Mario Conde fue implacable. Ni una arruga. Ni en la apariencia ni en el rostro. Fue su modo de sobreponerse al «olor a mezcla de humanidad degradada y lejía o al aberrante lenguaje carcelario… a la cutrez como norma».
La pulcritud es la regla no escrita que conecta a estos presos, exministros, empresarios y altos cargos, con su vida anterior. Algunos reclusos han comentado que sus módulos se asemejan a una pasarela de polos Lacoste, camisas y náuticos. De Bárcenas dicen que parecía más un «ejecutivo retirado» a punto de dar una conferencia que un preso común. Cerdán decidirá si se une a esta peculiar nobleza, donde el mayor lujo es doblar la camisa con precisión militar y no molestar.
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