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Un libro perpetúa el mito de Celia Gámez por Jesús Mariñas

Se han cumplido 18 años de la muerte de Celia Gámez y un libro la recuerda como todavía lo hace el público que tuvo la suerte de verla a lo largo de medio siglo. En 215 fotografías, con unos «pies» que sirven de apoyo informativo, se evoca el nombre más grande que tuvo España en los escenarios musicales. Una mujer irrepetible y, por lo tanto, imperecedera.

Un libro perpetúa el mito de Celia Gámez; por Jesús Mariñas
Un libro perpetúa el mito de Celia Gámez; por Jesús Mariñaslarazon

Quizá espoleado por Santiago Castelo –que fue uno de sus más rendidos admiradores–, Emilio García Carretero se lanzó a exhumar testimonios gráficos del esplendor pasado, pero no extinguido. El libro lo mismo recoge a la Celia rebautizada como «Nuestra señora de los buenos muslos» como a la Celia familiar que siempre, hasta el final, estuvo acompañada por su hermana Amelia.

Página a página se va repasando su vida hasta el ocaso, con su reposo en el cementerio bonaerense de La Chacarita, justo debajo del nicho donde también descansa Miguel de Molina.

Este refrescamiento de memoria sirve para constatar que, pese a su afición al juego –igualmente compartida con Lola Flores, Lina Morgan y Bárbara Rey–, mantuvo hasta su adiós dos joyas emblemáticas: una gargantilla en brillantes y rubíes diseño Art Decó –acaso obsequio de Alfonso XIII, con el que pretendieron emparejarla–, y un broche compuesto por tres enormes margaritas de diamantes. Fueron santo y seña, y siempre los lucía para desmentir ruinas que causaron algunos fracasos como el de «Buenos días, amor», su último espectáculo. Había cierta nostalgia en su presentación con aquellas palabras: «Siempre, siempre sintiéndome vuestra. Cuando decís que Celia es nuestra, sólo decís la verdad».

Vendió y hasta hipotecó su casa. «Recurrí a doña Carmen Polo para que me gestionara un crédito. Me telefoneó personalmente aunque ni la conocía. Solicité cinco millones en el año 1960 y me los dieron», confesó Gámez. Luego hizo sus memorias en «Semana» y formó trío con Sara Montiel y Olga Guillot en su presentación española. El público enardeció cuando la vio reaparecer en La Latina. Sara, celosa, no estuvo a la altura y Celia se vio entre el fuego abierto de las dos divas.

Su tumba siempre tiene flores y este libro reverdece aquel tiempo. La glorifica como si estuviera viva. Porque quien tanto cantó a Madrid sigue sin calle con su nombre, aunque ella sobreviva por la de Alcalá con la falda almidonada. Ahí no caben oficialismos oportunistas.