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Sevilla

Cayetana, ni mu sobre la boda

Fran Rivera y Lourdes Montes, el 14 de septiembre, en una de las imágenes filtradas del día de su boda
Fran Rivera y Lourdes Montes, el 14 de septiembre, en una de las imágenes filtradas del día de su bodalarazon

En Sevilla se habla de boicot colectivo e indisimulado a la boda de Fran Rivera y Lourdes Montes. Fue evidente la falta de grandes nombres en la lista de invitados. La ciudad también anda pendiente de cómo reaccionará la Duquesa de Alba con «er arcarde» y dudan de que le mantenga la deferente simpatía mostrada hasta ahora. El malestar circula por los floridos arriates de San Telmo, otra andanada que ahora le endilgan al alcande sevillano porque tuvo demasiado corazón con Fran y Lourdes, un tipo de mujer que en nada se parece físicamente a la aparente fragilidad de Eugenita ni a rubias que la precedieron, como Chesu Puente o Carla Goyanes. La recién casada más bien responde al patrón de quien durante su primer matrimonio fue «la otra, la otra», que a todo tenía derecho y que estaba resguardada bajo el paraguas de su todopoderoso cuñado –omitamos el nombre pero recordemos que incrementó fraudulentamente la nómina de algunos–.

Así, este fin de semana han dado un repaso exhaustivo al casorio del ex torero, que nunca llegó al nivel de Ordóñez y de Paquirri. Fue uno más de una tanda generacional en la que ha sobresalido por su arte Julito Aparicio. Aunque él formó trinca con Miky Litri –hoy don Miguel– y Rafa Camino. Salvo en el caso de Aparicio, todos vivieron romances apasionados y Litri fue refugio y paño de lágrimas cuando la duquesa de Montoro dejó al primogénito de Carmen. Ella no pudo ignorar finalmente lo que se cocía en el céntrico Hotel Doña María, vecino al palacete de la exquisita marquesa de Saltillo, inseparable de Cayetana. Famosas eran sus comidas de amigas en el desaparecido Tenorio, encuentros regados con cotilleos.

Y mientras la Duquesa sopesa qué artefacto colocar en Dueñas para evitar subir al primer piso –las piernas ya no le responden con las escalera empinada–, Sevilla cuestiona si su regidor actuó correctamente participando en un paripé casamentero que ya tiene dos versiones: la desmentida pero real del 3 de septiembre y la oficial y deslucida del 14, celebrada en Ronda en el recreo de San Cayetano. Esta última también ha sido motivo de chanza e incluso de indignación entre los más puristas, que hubieran preferido algo con un sabor más local y sin reminiscencias de Ascot. Lo de los sombreros quedó casi en una caricatura, aun conociendo el estilazo de las sevillanas, que se ha podido ver recientemente en la fastuosa boda de Carmen Solís Tello. Esa sí fue una ceremonia de las que marcan época, como ya lo hicieron la del duque de Huéscar y Mati Solís o la de Eugenita con el torero y con aquella Carmen Tello, provocadora con su mantillo. Realzaba su hermosura única, casi insolente. Ella, como Fran, heredó el genio paterno.

En pocas palabras, fue un bis impropio y provocador de una Cayetana que ve a Sevilla nuevamente rendida en cariño, adhesión y lealtad. Ella no dice ni mu y evita pronunciarse ante tal reprobación ciudadana que daría mucho cotilleo en el Arenal sevillano. Si no oficialmente, Zoido anda en boca de todos como Ana Botella en los Madriles. A esto le llaman alcaldadas. Así será entonces.