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José Manuel Soto, sal a rapear

El artista ha sido uno de los protagonistas de estos días por un polémico tweet contra Pedro Sánchez

José Manuel Soto
José Manuel SotoLa Razón

A José Manuel Soto le está saliendo caro el arrebato, ese calentársele el morrete y no ser capaz de atarse los machos. Sus conciertos se suspenden uno tras y otro y de poco sirve que haya borrado el tuit y pedido disculpas. Parece nuevo: pedir disculpas en el imperio de la corrección política exacerbada es abrir toriles. Pero aquí, al margen de eso, habría que diferenciar entre dos cosas, en un ejercicio que hoy, tal y como está el percal, es casi de funambulismo. Pero intentémoslo, que para eso hemos venido a jugar. Por un lado estarían las palabras del cantante, que no figurarán entre las obras cumbre de la elegancia y el decoro, del saber estar y la elocuencia. Por otro, deberíamos plantearnos si la mala educación, la grosería o la zafiedad deben penalizar en lo profesional.

José Manuel Soto y Bertín Osborne
José Manuel Soto y Bertín OsborneStarlite Catalana Occidentecortesía

Lo primero parece indiscutible: lo que dijo Soto en concreto el pasado viernes, transcribo literal, sin añadir ni corregir, fue «voy a aprovechar este momento de sosiego veraniego junto al mar para hacer uso de mi libertad de expresión y cagarme en Sánchez Castejón, en su puta madre y en los millones de hijos de la gran puta que están de acuerdo con que España esté en manos de sus peores enemigos, que os jodan». No me veo capaz de defender esas palabras como oportunas o atinadas, lo cual no tiene mayor relevancia, pero sí defiendo que pueda decirlas si así lo desea. Los improperios y denuestos, hasta donde yo sé, no constituyen un delito. ¿Me gusta? Pues no. La verdad es que prefiero leer otro tipo de expresiones y comentarios, ideas desarrolladas con mayor sofisticación y argumentos expuestos de forma más elaborada. Y, si es posible, sin insultar. Y, sobre todo, sin despreciar a varios millones de españoles que tienen el mismo derecho que José Manuel Soto (y que todos y cada uno de nosotros) a defender sus ideas con el ejercicio libre de su derecho al voto. Aunque este piense que se equivocan. Estoy segura de que ellos, con la misma legitimidad, piensan que el equivocado es él. Y como no es obligatorio leer a todo el mundo, pues elijo leer a otras personas. Otras capaces de transmitir sus ideas sin vilipendiar soezmente a nadie. Pero sin exigir que, a los que me incomodan, los silencien o que pierdan toda posibilidad de percibir ingresos por su trabajo, lo que equivaldría a desearle una muerte civil porque sus palabras u opiniones me han desagradado. Por eso me parece mal que Juan Manuel Soto esté viendo suspendidos sus bolos porque sus palabras fueron, en el mejor de los casos, desafortunadas. No creo que por ser una figura pública tenga que exigírsele mayor probidad que al anónimo usuario de redes sociales. Que tenga un especial talento artístico y relevancia pública no puede ser nunca una penalización que no tendría que pagar un ciudadano anónimo.

Y, si no nos gusta, siempre podremos no seguirle, no ir a sus conciertos, no leer sus entrevistas y no comprar sus discos. Aunque a lo mejor lo que tendría que hacer Juan Manuel Soto, ahí le dejo la sugerencia que se me ocurre, a bote pronto, es, en lugar de twittear los denuestos, rapearlos. En ese caso lo que encontrará, en lugar de cancelación de conciertos y gritos de energúmeno y de facha, es a una ultraizquierda a favor de obra capaz de quemar contenedores y romper lunas de comercios por él y su libertad creativa. Como cuando Hasel cantó al alcalde de Lleida aquello de «Àngel malnacido, te mereces un tiro, te apuñalaré, me has arruinado, te arrancaré la piel a tiras». O Valtonik con su «mataría a Esperanza Aguirre, pero antes, le haría ver como su hijo vive entre ratas». A lo mejor le tocaba irse a Bélgica o ingresar en la cárcel de Ponent, pero se convertiría en un mártir de la libertad de expresión. Una cosa por la otra.