Opinión

Los sábados de Lomana: Baile grecorromano para la boda del alcalde Almeida

"Lo que aseguro es que fue una boda sin complejos, muy alegre, que nadie iba a demostrar nada. Se sentía el amor y la felicidad de los novios acompañados por la alegría de todos sus invitados"

Carmen Lomana
Carmen LomanaCarmen Lomana

Imagino que estarán felices y desconectados en las islas Maldivas. Repanchingados al sol y buceando en sus preciosas aguas. Ahí quisiera estar yo. Aprovechando que no me leerán, vamos a comentar la boda y los chascarrillos que han salido de ese glorioso día. Me encantaría más bodas tan divertidas y sin prejuicio ninguno que nos animasen la crónica rosa.

El sábado pasado cuando salí de casa (vivo muy cerca de la iglesia de los Jesuitas), noté un inusitado revuelo de personas cruzando el puente que comunica Chamberí con Salamanca. Pregunté al taxista y me dijo que el motivo era la boda. Me moría de ganas de ponerme cual «cotilla de barrio» a ver la entrada de invitados y novios. Pero la radio, mi programa en COPE, me estaba esperando. Llegué al estudio, conecté la televisión y desde ahí mi jefa, Cristina López Schlichting, y yo empezamos a retransmitir con tantas ganas y buen ánimo que nuestro sentido estético y crítico desapareció. Todo lo encontrábamos ideal.

Chotis Almeida Urquijo
Chotis Almeida UrquijoLa Razón

Cuando ya se suponía que todos estaban colocados en la iglesia, me fui de la emisora sin ver la salida de los novios. Tenía cita en Brihuega para una tarde de toros con primeros espadas. Morante, Manzanares y mi adorado Roca Rey. Todo resultó estupendo, nadie salió de la plaza desilusionado. Agotada y un poco cansada de tanta foto y agobio de gente. Me volví a Madrid con mi querido Antonio, que echaba pestes porque la gente no tenía medida a la hora de sacar el móvil y atizar foto. En el viaje de regreso me saltó un aviso en el teléfono de la boda de nuestro alcalde en el que se veía a la novia, Teresa Urquijo y a Almeida bailando algo inexplicable que, según decían, era un chotis. También bailó con una de sus hermanas esta extraña danza que parecía lucha grecorromana. Me froté los ojos, me puse gafas y la crónica social decía: «Los novios, como son madrileños y castizos, abren el baile con un chotis». ¡Oh my Good! ¿A esa amenazante danza ritual dando zancadas el uno hacia el otro le llamaban chotis? El baile madrileño por excelencia que uno asocia con la verbena de La Paloma, las fiestas de San Isidro y sus chulapones y chulaponas bailándola «bien agarrao» en un pequeño espacio en el que la mujer bien llevada se mueve lentamente alrededor del hombre, despacito y con mucha gracia.

Lo que acababa de ver me dejó sin palabras y con un ataque de risa. No podía explicar a mi amigo lo que estaba viendo. Me pareció una chirigota y una falta de respeto, pero lo más disparatado de todo es que nadie hacía nada por evitarlo y decir «por favor, no sigáis». Es una afrenta al chotis y a Madrid. Lo peor de todo es que, según cuentan, estuvieron un mes de aprendizaje. No han dicho quién era el profesor, porque es para jubilarle de por vida. Mucho se han criticado también los estilismos, con alguna excepción, pero prefiero no meterme. Daría para tres crónicas más.

La reina del disparate en tocados fue Esperanza Aguirre. Inexplicable. Lo que aseguro es que fue una boda sin complejos, muy alegre, que nadie iba a demostrar nada. Se sentía el amor y la felicidad de los novios acompañados por la alegría de todos sus invitados. Larga vida y felicidad a nuestro alcalde al que quiero muchísimo y a su mujer Teresa. Que Dios los bendiga.