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Miguel Morales: «Soy un místico entre Jesús y Buda»

Líder de Los Brincos

Miguel Morales
Miguel Moraleslarazon

Desde pequeño, su imagen de la felicidad era ser como su hermano Antonio Morales (Junior) o su otro hermano Ricky Morales, es decir, tocar la guitarra y cantar en un grupo y llegar tarde a casa. Ahora es el líder de Los Brincos (sí, ahí siguen) porque es el único «brinco» que queda de los viejos tiempos. Nuevos Brincos que hacen sonar los viejos éxitos de la mítica banda: «Flamenco», «Sola», «Tú me dijiste adiós», «Lola», «Mejor», «Nadie te quiere ya», «Por un sorbito de champán», «Borracho», etc.

–No sé si es más difícil ser líder de un grupo musical o de un partido político...

–Tal como está hoy el patio, me parece que es más difícil ser líder de un partido político. Debe ser duro, sobre todo por las zancadillas que ponen dentro del propio partido. El panorama nacional es aterrador. Yo me refugio en la música, que es mi fe. Ahí, casi en estado de nirvana, me encuentro a mí mismo y me olvido de todo.

–Los Brincos, en un principio, se iban a llamar Las ovejas negras...

–Porque tocar rock en los 60 era cosa de ovejas negras. Para un padre, que un hijo hiciera rock era una mala noticia; veían en el rock la droga, la promiscuidad, el pecado... Lo que no sabían era que los chicos podían ganar más que si fueran ingenieros de caminos.

Esa mentalidad ha cambiado mucho, añade Miguel Morales. Le digo que podrían haber formado un grupo familiar, Los Morales. «Lo intentamos –dice–, pero no llegamos a un acuerdo con la discográfica; querían que fuésemos una continuación de Los Brincos y nosotros queríamos hacer otra cosa, otra música». Los hermanos nunca fueron un clan: «Nos respetamos, nos llevamos bien, pero nada más». Los primeros que se marcharon del famoso grupo fueron Junior y Juan Pardo. «Querían que el protagonista no fuera solamente Fernando Arbex, había piques por eso; Los Brincos fue el mejor grupo español y se rompió por el ego de sus componentes; separarse fue un error», dice.

–Usted entró en el grupo en el 68...

–Cuando se fue a la mili Vicente Martínez. Mire, en los grupos siempre hay roces. Para que vivan mucho tiempo hace falta un mánager duro que lo dirija todo desde fuera, como en Los Beatles. Si hay un líder dentro, irán a por él, y caerá a no ser que sea tan listo como Mick Jagger, claro.

–Después de pasar por Barrabás, resucitó a Los Brincos. ¿Por qué?

–Tenía ganas de volver a tocar en directo. Y una idea: que se reconozca a Los Brincos como parte de la cultura musical de este país.

Le gusta que alguien, un setentón, le diga después de un concierto que ha vuelto a los 18 años, al guateque. «Eso –dice– es rejuvenecer y sale mucho más barato que un ''lifting''». Hermano de Junior y de Ricky, cuñado de Rocío Dúrcal, tío de Shaila Dúrcal y de Carmen Morales, casado con Fedra Lorente («La Bombi»)... «Sí, una familia muy artística que viene de nuestros padres: mi padre llegó a cantar en la tele, mi madre tocaba el piano y tuvimos una tía concertista». Reconoce que Los Brincos, ahora, viven de la nostalgia. Él es nostálgico sólo de los buenos momentos; los malos los borra: «No son buenos para la progresión espiritual».

–Parece muy espiritual, o muy inquieto por su espiritualidad...

–Sí, soy un hombre muy espiritual, practico una religión, si puede llamarse así, que mezcla el cristianismo y el budismo, o sea, que soy un místico entre Jesús y Buda. Leo libros hindúes y a Paulo Coelho.

–¿Y de dónde le viene...?

–El corazón me dio un aviso hace poco. Estuve 16 horas en un hospital. Vi el peligro. Empecé a tomarme más en serio el cuidado de mi cuerpo y de mi alma. Ahora me cuido más, hago ejercicio y meditación.

–¿Y cómo ha llevado su matrimonio con Fedra Lorente, una mujer tan espectacular y deseada?

–Bien. Nunca he sido celoso ni me he sentido envidiado por otros hombres.

Tiene otro grupo, Etiqueta Negra, que hace versiones de Los Beatles y de otras bandas legendarias. Tocan por clubs de Madrid, sobre todo. Tiene una hija, Alejandra, y dos perritas, Luli y Pepa, que le quieren más a él que a Fedra y Alejandra. Cree que envejece bien, «echándome en el pelo toda suerte de productos a ver si me crece, pero no hay milagros», y le parece que va a vivir mucho porque sus padres llegaron a los 91 y los 97.

–¿Se está convirtiendo en el viejo que le gustaría ser?

–Aún no. Quisiera ser un viejo sabio, hacer vida contemplativa muy pegado a la naturaleza, más en contacto con Dios. Y haciendo música siempre. Creo que tengo un alma eterna, luego seré inmortal.

No le quedan vicios y ya no corre tanto con el coche «ni con las piernas». Antes de salir a tocar se toma un whisky con agua. Eso es todo.