Pragmatismo equilibrado

Íñigo Urkullu cuida su aspecto físico casi con cinta milimétrica: no deja nada al azar, es discreto, pragmático y sobrio. Está en forma y viste con elegancia, haciendo uso del traje como muchos hombres: casi como si fuera un uniforme. Su pretensión de cautivar en política a través de la discreción y la prudencia tiene mérito y obtiene, en su caso, buenos resultados.

l Reflexión estética

Su forma de mostrarse en público y su vestuario son el resultado de la reflexión y del análisis. Muchos políticos piensan que prestar atención al vesturario es un hándicap, pues –entienden– transmite la sensación de que el individuo presta más atención a la forma que al contenido. Craso error, ya que, como demuestra Urkullu, realmente resulta tan profesional como eficaz y da una imagen consistente.

l Por dentro y por fuera

Está dentro de ese pequeño círculo de políticos que mantienen un perfecto equilibrio entre la proyección ideológica y la física. «Equilibrio» es la palabra que mejor define el «look» del presidente: en su vestuario no hay detalles de «glamour» o de los que se pueda desprender que sigue alguna tendencia. No hay nada que nos despiste o que pueda recibir más protagonismo sobre el conjunto.

l Su estilo

Su apariencia responde, como ya he mencionado, a un minucioso trabajo de reflexión que se exterioriza en este estilo tímidamente formal y elegante, aunque, seguramente, Urkullu tienda a relajarse en su entorno familiar y cercano con «looks» más cómodos y urbanos.

l Mi consejo

Gana considerablemente cuando se viste de sastre. La chaqueta y la corbata le sientan espléndidamente, y también acierta con la talla y la hechura, pero se aprecia cierta monotonía en los colores, con una mayor presencia del gris, gris marengo, azul y negro.