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Ni hablar del peluquín

Portada del nuevo disco del artista
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Lo primero que llama la atención de Camilo Sesto no es la «x» que perdió su apellido sino el pelazo que siempre ha lucido, con esas ondas esponjosas que se aferran a su cabeza como si tuvieran vida propia. Todas esas melenas, todas, eran pelucas. Docenas de pelucas que el cantante, con alopecia juvenil, siempre ha lucido con coquetería.

No son las estropajosas pelucas rubias al bies de Andy Warhol, pero a falta de una mitificación friqui de sus fans, reconozcamos la genialidad de los ladrones que robaron su chalet, que además de su dinero y electrodomésticos se llevaron del tocador una de esas alucinantes pelucas, aún hoy en paradero desconocido, para perpetrar otro atraco.

Luego está su rostro aniquilado por un photoshop en carne viva que le hizo un enemigo: rinoplastia, blefaroplastia, inyecciones de biopolímeros y mucha toxina botulínica en la frente y patas de gallo, que le dan ese aire de máscara kabuki al borde del colapso muscular.

Nadie piense que esto desmerece la genialidad del artista de Alcoy, sus maravillosas composiciones y sus ciento setenta millones de discos vendidos. Al contrario. «Algo de mí se va muriendo, quiero vivir, saber por qué te vas amor», sigue siendo una canción de amor apabullante, con una letra que estremece. Digna del vestuario de esos años 70 que vuelven con la fuerza de la moda retrogay: pantalones megaceñidos pata de elefante de lentejuelas cuajados. Camisa negra con cuello redondeado extra grande y cinturón mega ancho con hebilla metálica cincelada, cuyas filigranas al refulgir duele al mirarlas más que su rostro actual.

Quizá nadie recuerde el detalle de Camilo al dedicarle una hermosa canción de amor a la actriz comunista Melina (Mercury) y al sirtaki de Theodorakis, que ella rechazó por considerar a Camilo un derechista. Sin embargo, Camilo Sesto hablaba de su retorno a Grecia liberada de los coroneles, «donde la huella de tu canto echó raíces» y «tu vida y tu razón es tu país, donde el mar se hizo gris, donde el llanto ahora es canto».

Pero de todas sus canciones –más de una docena magistrales–, la que sigue siendo un himno épico, tanto por su orquestación grandilocuente como por la nerviosidad que trasmite la voz imperiosa de Camilo, siempre desquiciada, es «Vivir así es morir de amor». El brioso tema tiene tres momentos estelares. El inicial: «Siempre me traiciona la razón y me domina el corazón», declaración de principios que da paso a un estribillo obsesivo: «y ya no puedo más, siempre se repite esta misma historia, ya no puedo más, estoy harto de rodar como una noria». Punto de inflexión que permite a Camilo retorcerse angustiado, hastiado y dolido, pues «vivir así es morir de amor; soy mendigo de sus besos, soy su amigo, quiero ser algo más que eso, melancolía».

Esta deslumbrante canción, a la altura de «Te quiero, te quiero», del también valenciano Nino Bravo, se ha convertido en un himno gay, especialmente para lesbianas, que viven la canción como una declaración de principios de sus amores y desamores, enganchadas como una noria a la desazón que produce el sentimiento amoroso extremo: «enamorarse de quien de mí no se enamora».

Cada vez que suena en una discoteca enloquece la pista. Se agitan los brazos en alto, conteniendo la nerviosidad que la canción les procura y gritan ese rebelde «¡y ya no puedo más!» como un clamor desesperado de protesta amorosa.