Jesús María Amilibia
Pedro Ruiz: «No me imagino soportándome toda la eternidad»
– «Testamento». ¿Qué me ha dejado?
–Una enorme amistad y un cariño que, si anda apurado, podrá vender en «Sálvame».
–Los testamentos rompen familias. ¿Qué rompe el suyo?
–La monotonía de una vida que no quiere esperar a la muerte para decidir sus ecos. Dejo claro que quiero cascar, donar, quemar y al mar.
–Desea quitarle hierro a la muerte. ¿No la teme de verdad?
–Nada. Al dolor, sí. No me preocupa la inexistencia.
–Si nos dijéramos con frecuencia «recuerda que vas a morir», ¿viviríamos de otra forma?
–Sí, convencido. Deberíamos morirnos una vez al mes para recordar las chorradas por las que discutíamos el día anterior.
–Dice Alfonso Ussía, su prologuista, que la mediocridad no tolera el talento. ¿Es el gran problema de España?
–Del planeta. Ni siquiera en la envidia soy patriota.
–¿Su muerte ideal?
–Con unas manos queridas agarradas a las mías, mirando al mar y, a ser posible, dentro del mar.
–¿Cree de verdad que la inmortalidad sería un coñazo?
–Sí. No me imagino soportándome toda la eternidad. Ni los más pedantes del mundo, entre los que algunos me incluyen, lo resistirían.
–Quiere dejar grabado un programa de TV: «En muerto y en directo». La cuestión es estar en la tele hasta después de muerto...
–Claro, sobre todo para combatir lo que digan de mí cuando no esté. Que mi última palabra sea mía.
–¿Y cómo daría paso a la publicidad?
– «Una pausa: yo he cascado, pero ustedes tienen que seguir consumiendo».
–Le incinerarán, no tendrá tumba. No habrá epitafio ingenioso...
–Pensé en «Este fiambre no es comestible», pero en la urna de mis cenizas sólo pondrá: «Perdón, gracias y adiós». He huido del ingenio.
–Adelánteme en rigurosa exclusiva sus últimas palabras, por favor.
–Una sola: «Continuará».
–«Que se prepare Dios. ¡Lucha de egos!» (Tuit enviado a Pedro con motivo de su «muerte»).
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