Opinión
El diario de Amilibia: Ay, las muñecas hinchables
Cuentan las lenguas viperinas que Marlaska envía policías infiltrados a las manifas para que actúen como agitadores violentos
No creo que las cayetanas de Núñez de Balboa, ni tan siquiera las cuatro vicepresidentas monclovitas, fueran partidarias de llevar muñecas hinchables a las manifestaciones de Ferraz, por mucho eco que tuvieran en las redes. Se empieza llevando muñecas hinchables y se termina blandiendo penes gigantes (en Tokio los sacan en procesión) contra los «Satisfyer» con acelerador y marcha atrás, lo que, bien mirado, podría ser el inicio de la guerra de los mundos femenino y masculino, suponiendo que el enfrentamiento no esté ya en su apogeo y los traductores de Nostradamus no lo hayan interpretado como uno de los grandes avisos de la llegada del Apocalipsis. Recuerdo ahora la película «Tamaña natural». Estuve en el rodaje, y Berlanga, el director, me contaba que, cuando apagaban los focos, tenía que guardar la voluptuosa muñeca protagonista bajo siete llaves, porque todos se la querían cepillar.
Así que afición parece que hay. Cuentan las lenguas viperinas que Marlaska envía policías infiltrados a las manifas para que actúen como agitadores violentos. Hace años se dio el caso de que algunos policías infiltrados entre los radicales catalanes acabaron liándose con tías buenas indepes e incluso embarazando a alguna de ellas en el fragor de las llamas y la cohetería.
Conocedoras del asunto, a lo mejor las señoras de Núñez de Balboa y aledaños aceptaron la presencia de las muñecas hinchables como mal menor, pensando, rodilla en tierra, que era preferible que los infiltrados se desahogaran con ellas antes de que alguna cayetana de la Milla de Oro, incluso de Vallecas, se quedara preñada precisamente en una manifestación contra Sánchez, suceso que podría ser atribuido por Bolaños a la capacidad seductora del presi y a su poderío fecundador a distancia. Y eso, no. Ahora viaja a Oriente Próximo. Que Jehová y Alá los coja confesados.
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