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Todos dicen: «I love Harry»

Los australianos se volcaron con el príncipe Harry durante su visita relámpago a Australia
Los australianos se volcaron con el príncipe Harry durante su visita relámpago a Australialarazon

«Efecto Harry»: dícese del heredero con personalidad arrolladora cuyos escándalos vinculados con hábitos festivos nocturnos consiguen unos resultados proporcionalmente inversos en su éxito personal y en la opinión pública británica. La definición no aparece, de momento, en el Diccionario Oxford, pero todo puede ser cuestión de tiempo porque el «sex-appeal» del hijo menor de Carlos y la desaparecida Diana no es normal. Cualquier príncipe acabaría con su reputación e incluso con la familia real a la que representa si el apodo con el que se conociese en los medios a un miembro del clan es el de «prince party» (príncipe fiestero), o si sus juergas protagonizaran día sí y día también las portadas de los rotativos, con foto incluida (apunte importante).

¿Cómo es posible que la popularidad del joven vaya en aumento con todos los episodios que acumula ya a sus espaldas? No hay respuesta coherente. Kate y Guillermo tienen que seguir siendo pluscuamperfectos para ganarse el cariño del pueblo y potenciar la «katemanía», que tanto bien ha hecho a la corona. Sin embargo, Harry, el príncipe gamberro, el indomable, el tío del futuro rey que ha dicho que su único objetivo es hacer que el pequeño Jorge se lo pase bien... haga lo que haga enloquece a las masas en cada una de sus apariciones públicas. Este fin de semana, el «efecto Harry» ha quedado de nuevo demostrado con el viaje relámpago a Sidney, donde el príncipe realizó su primera visita oficial a Australia en representación de su abuela, con motivo del centenario de la Armada australiana. El joven, de 29 años, se dio un auténtico baño de multitudes frente a la bahía, donde se habían congregado decenas de personas para ver de cerca al que está considerado como el «chico malo» de la familia real británica y uno de los príncipes más fascinantes y seductores de Europa. Vestido con un uniforme militar blanco y con boina, en todo momento el heredero supo ejercer a la perfección su papel estrechando manos antes de embarcar con la gobernadora general, Quentin Byrce, en el «Leeuwin», uno de las decenas de naví­os de guerra que, procedentes de 17 paí­ses, participaron en las celebraciones.

El mejor embajador

Al terminar el viaje de apenas 36 horas, antes de subirse al avión con destino a Dubái, donde debía asistir a una cena benéfica relacionada con una de las fundaciones que preside, señaló: «Me entristece mucho tener que marcharme, pero hoy día el trabajo no nos deja mucho tiempo libre. La gente aquí es excepcional. La próxima vez no van a saber cómo deshacerse de mí, estoy seguro». Y este pueblo, que no es especialmente monárquico, se estremeció.

El año pasado, con motivo del 60 aniversario del reinado de su abuela, Harry representó por primera vez a la monarca durante un tour por el Caribe. Muchos de los asesores depalacio se llevaron entonces las manos a la cabeza temiendo que hiciera una de las suyas. Pero su toque rebelde volvió a engatusar y el viaje fue un auténtico éxito, tanto para los Windsor como para Reino Unido. La Prensa anglosajona, por primera vez, le describió como un excelente embajador oficial para su país. Y es que allí por donde va, es capaz de sacar una carcajada a ellos y un suspiro a ellas, que le consideran como uno de los solteros de oro más atractivos. Aunque eso podría cambiar muy pronto. O al menos es la impresión que tienen en su círculo más cercano, donde se rumorea que tan pronto como el año que viene podría anunciarse el compromiso con su novia, Cressida Bonas. La guapa aristócrata, figura destacable de la jet set londinense, empezó a salir con el heredero en la primavera de 2012, gracias a una de sus mejores amigas: la princesa Eugenia, hija menor del príncipe Andrés y Sarah Ferguson. Desde el principio congeniaron. Es más, sus amigos aseguran que ella es el verdadero espíritu salvaje de la relación, pero es precisamente su rechazo al compromiso lo que ha vuelto loco a su enamorado que, según los suyos, quiere al fin sentar la cabeza. Ella, con tan sólo 24 años, se veía excesivamente joven para pasar por el altar. Pero parece que la insistencia del «prince party» podría haberla hecho cambiar de opinión.