Estreno

Qué hay de nuevo muñeco

Once años después de la primera secuela, Pixar vuelve a arrasar con «Toy Story 3», la saga que los convirtió en los reyes de la animación. Eso sí, ahora de la mano de Disney.

Qué hay de nuevo muñeco
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Han pasado los años para el pequeño Andy, fiel a sus juguetes como ningún otro niño. Pero sus 17 años le imponen otras responsabilidades: la universidad le espera, y su ordenador ha sustituido a la tropa de muñecos que tanta diversión le han proporcionado. Pacientes y confiados, esperan en un baúl a que su dueño vuelva a hacerlos saltar, rodar y caer en un sinfín de aventuras. Igual de pacientes que tuvieron que ser con sus propios creadores. Aunque la espera no se produjera en un baúl, sino en los estudios de Pixar, también ha sido larga: 11 años tardó la productora en recuperar a sus hijos pródigos, esos que los coronaron como reyes de la animación contemporánea. No ha sido en vano. «Toy Story 3» ya ha recaudado 570 millones de dólares en todo el mundo y la crítica se rinde a sus encantos. Que tiemble Dreamworks y la cuarta parte de su saga más exitosa, «Shrek». Disney Pixar acaba de lanzar un órdago a la grande, y no hay cartas en la baraja para aceptar la apuesta. ¿Por qué hubo que esperar tanto tiempo? ¿Tardaron once años en hacerla? ¿Querían esperar a que la tecnología 3D estuviera desarrollada? Ninguna de las tres. La razón que explica la demora es de tipo empresarial. La adquisición de Pixar por parte de Disney generó no pocas trifulcas que afectaron a esta saga como a ninguna otra. Darla K. Anderson, productora de este filme y de clásicos como «Cars» lo explica: «Al principio hubo mucha tensión entre Disney y Pixar, alrededor de nuestro acuerdo para desarrollar la secuela. Teníamos opiniones diferentes incluso sobre cuántas secuencias le tocaban a Pixar. Hubo dificultades contractuales. Disney tenía el derecho de hacer la secuela porque había apoyado financieramente la primera parte. La gente de Disney es genial pero, con todo, eran nuestros personajes, nuestro crío. No voy a decir que sentíamos que lo hubieran raptado, pero sí que durante una temporada lo iba a criar otra persona».Superadas las discrepancias, el equipo liderado por el director Lee Unkrich –fue responsable del montaje de las dos primeras partes de la saga y codirector de la segunda– se enfrentaba a un reto mayor si cabe: hacer la última secuela de un historia y unos personajes que trascendieron lo cinematográfico y se convirtieron en parte del imaginario colectivo de la animación actual. «Fue una presión enorme desde el principio. Cualquier director nuevo en Pixar tiene el reto de no convertirse en el primero que la pifió. Tenemos tantas películas que han funcionado tan bien... A eso hubo que sumarle el hecho de hacer una tercera parte de «Toy Story». Sobre todo, no quería pasar a la historia como el primero que hizo una mala secuela en esta factoría. Pero creo que ese miedo nos ayudó cada día a intentar hacer la mejor película». La receta para superar este miedo inicial no fue otra que observar la trayectoria de otras sagas exitosas, ya que –también reconoce la productora– «es más duro hacer una tercera parte que parezca fresca después de las otras dos. Las dos primeras son tan buenas, a la gente les encantan». Así, Anderson asegura que «una de las cosas que nos ayudó fue pensar en una extensión de las otras dos. Pensamos en otras sagas buenas, como la de "El señor de los anillos"». Guiño a la «negritud»Pero por mucho que «Toy Story 3» sea presentada como «parte de una gran historia», los de Pixar no iban a dejar esta secuela en una triste prolongación hacia un final inevitable. El futuro en común de Andy y sus inseparables juguetes está en peligro. La acción que ha caracterizado toda la saga llegará con el aterrizaje de Woody, Buzz y compañía a una guardería, en la que se encontrarán a una mafia de muñecos mucho menos amistosos de lo que cabría esperar. «Los personajes secundarios nuevos parecen más sofisticados. Esto sucede porque, con la idea de fuga que se impone a los protagonistas, necesitábamos un perfil más oscuro». El Oso Lotso Abracitos y Peque, un bebé a tamaño real un tanto siniestro, encabezarán las pesadillas de los amigos de Andy. Y, aunque la cinta no necesite más alicientes que los méritos propios que ha cosechado, concretamente en nuestro país existe uno más. Lo explica uno de los embajadores de Pixar en nuestro país, Carlos Baena, animador de los estudios desde 2002, al hablar sobre la nueva caracterización de Buzz Lightyear, un auténtico donjuán con sabor español. «En esta cinta tuve la suerte de que el director se fió mucho de mí a la hora de desarrollar la parte española de Buzz. Intenté meter las máximas referencias culturales posibles pero, además, debían ser divertidas», dice el animador, que puso al astronauta a bailar flamenco para seducir a la pequeña vaquera Jessie. Gades renace con BuzzLejos de recrear el tópico, Baena buscó «el balance del toque cultural y la gracia –asegura–. Si, por ejemplo, metía una escena de flamenco puro, de güito, te podría sacar de la película, y tenía que mantener el Buzz de las dos primeras entregas. Como no conozco mucho el flamenco, me ayudó mucho mi amigo Diego Agudo, que hace cortos animados sobre baile. Me enseñó los distintos estilos de flamenco. Además, en octubre me dieron un "tour"por la academia Amor de Dios, donde empezaron muchos grandes, para animar esto tienes que tener demasiadas referencias». Bien aconsejado, el animador rehuyó los más comerciales, y seleccionó como modelo pesos pesados del baile flamenco: «Gades tenía algunos movimientos tan raros que le venían al pelo al personaje. También hay un movimiento de Farruco, cuando Buzz ponía a darse palmas por todo el cuerpo, que me vino muy bien. Me alegró mucho que el director apostara por ello». Durante los visionados privados que los estudios realizan para comprobar la reacción del público, las escenas del Buzz español fueron un éxito, lo que aumentó la intervención del español en el filme. «En ocasiones, en Pixar te sientes muy pequeño, te dan tus planos, los animas y ya. En ésta, he tenido una suerte tremenda porque he sentido que he cambiado partes de la película, gracias al éxito del Buzz español. Se introdujo en los créditos seis meses antes de estrenarse la película».Y aunque Pixar no es amiga de hablar de la técnica, («sin una buena historia, la tecnología no vale de nada», repiten hasta la saciedad), el 3D es otro de los atractivos de la cinta. «Siempre me gustó esta tecnología, porque puede apoyar la historia, pero ocurren tantas cosas, que no queríamos distanciar emocionalmente al espectador. En mi opinión, el 3D aumenta la ilusión, así que creo que es una buena manera de reflejar el argumento», explica la productora.Ahora que la suerte está echada y los temores superados, director, productora y animador comienzan a cosechar los primeros elogios en nuestro país, aunque sin arrogancia: «Me alegra saber que la gente cree que es la mejor de las tres, pero también soy consciente de que no sería la película que es sin las dos anteriores». De chinosSiempre sorprende la cantidad de trabajo que una película de animación tiene detrás. En este caso, las cifras asustan. Nada menos que 92.854 «storyboards» se dibujaron para guiar la producción de esta película, de los que casi la mitad fueron entregados al departamento editorial. La magnitud inherente a la animación viene, en esta ocasión, aumentada por los 302 personajes que forman la película. Las escenas de la guardería, como la de la imagen, concentran una cantidad de dibujos que, además, hubo que animar en 3D, aunque, según Baena, el animador español, «no es algo que dé muchos dolores de cabeza». Si él lo dice...