Valencia
Acoso y «Dorribo»
Es inevitable pensar en la doble vara de medir después demeses observando el tratamiento del llamado «caso Gürtel»
Tanto usar la justicia para acosar a los adversarios políticos tiene estas cosas, que puede volverse contra uno igual que un boomerang. No se si, como afirman algunos, el ministro de Fomento está metido en un lío por haberse reunido con un empresario que ha terminado en la cárcel. Otros también se reunieron con el señor Dorribo aunque, eso sí, no en una gasolinera como parece ser el caso. Hasta el momento no hay nada que no se pueda explicar pero, dados los precedentes, tampoco es de extrañar que haya gente con la mosca detrás de la oreja. Y el precedente más claro es de Francisco Camps al que la fiscalía ha perseguido hasta forzar su dimisión tras ganar limpiamente en las urnas con una nueva mayoría absoluta en Valencia. Antes de Navidad sabremos si hubo o no un delito de cohecho impropio, curiosa figura jurídica a la que se llegó como último recurso y que, como mucho, puede suponer una multa para el ex presidente de la Generalitat. Quienes le pusieron en el punto de mira también son presuntos delincuentes, y las pruebas son un sinfín de grabaciones donde todo se insinúa y nada queda rotundamente demostrado. Con tan poco, los fiscales a las órdenes de Conde Pumpido, no han parado de buscar y rebuscar hasta llevar al banquillo a Paco Camps con la única intención de sacarle de la pista política ya que no había manera de ganarle en las urnas. Lo suyo ha sido un acoso en toda regla amplificado día a día durante más de dos años por la jauría mediática que ahora, cuando hay que pasar del acoso al Dorribo, guarda un silencio sepulcral, de lo más propio en estas fechas. Creo que Camps pudo cometer un error, pero no un delito de corrupción de las proporciones que algunos han querido pintar. En cualquier caso que sea la justicia la que al final diga lo que tenga que decir. Pero una justicia no mediatizada y politizada como la que padecemos en este país desde hace mucho tiempo pero, especialmente, desde que los socialistas volvieron al poder. Tampoco creo que José Blanco sea un corrupto, pero no porque la jauría no ladre o porque los fiscales, en esta ocasión, no hayan movido un dedo. No lo creo porque le conozco, como conozco a Camps, y en ambos casos siempre he creído en su honorabilidad. Lo que ocurre es que resulta casi inevitable pensar en la doble vara de medir después de meses y meses observando el tratamiento del llamado caso Gürtel en determinados medios de comunicación que ahora pasan de puntillas por este otro asunto al que se ha bautizado con el equívoco nombre de Campeón. Quizá no estaría de más que Conde Pumpido instara al fiscal anticorrupción para que nadie pueda dudar de su imparcialidad. Sería todo un paso, aunque tardío, para que los ciudadanos, o muchos de ellos, no crean que sólo actúa cuando la sombra de la duda se proyecta sobre miembros del PP. No teniendo nada que ocultar es lo mejor que podría pasarle al número dos del PSOE que ha sido un buen titular de Fomento y que, cuando se quita el traje institucional y se pone el partidario, siempre ha sido inequívoco en la exigencia de responsabilidades.
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