Estreno

«Hotel Transilvania»: Quién es ahora el monstruo

Dirección: Genndy Tartakovsky.Guión: David I. Stern, Dan y Kevin Hageman. Voces: Alaska, Mario Vaquerizo, Santiago Segura. EE UU, 2012. Duración: 91 minutos. Animación.

lo mejor: el colorista diseño de los personajes, menos el de la niña vampira y su alelado «partenaire»
lo mejor: el colorista diseño de los personajes, menos el de la niña vampira y su alelado «partenaire»larazon

El Conde Drácula (Adam Sandler en la versión original y un convincente Santiago Segura para la versión española), atormentado viudo y dueño de un lujoso albergue donde únicamente pueden hospedarse las criaturas de la noche y sus respectivos parientes, debe criar solo a su hija, una vampira que en cuanto roza la adolescencia vive obsesionada con estirar las alas de murciélago y volar para conocer mundo. Aunque sea el de los humanos, unos tipos sin escrúpulos e intolerantes que muerden con saña los tobillos de los monstruos y, luego, les prende fuego, repite el padre a la chica, aunque sea mentira y con ello intente preservarla de los posibles peligros exteriores. Como casi todos los progenitores de esta tierra, tengan o no los dientes largos. La propuesta animada de Sony (en 3D,qué duda cabe), con un ojo ya puesto en las taquillas navideñas, supone más de lo mismo desde el punto de vista argumental: la defensa de la familia, la aceptación del otro, ya sea peludo, esté vendado de pies a cabeza o con garras... Una historia convencional narrada, eso sí, a un ritmo taquicárdico (en ocasiones se les va hasta la mano) y con un diseño de personajes bastante gracioso. Porque aquí no falta ninguna de las creaciones de la Universal ni otras bestias clásicas: los zombies (los empleados del negocio, imaginamos que para no tener que pagarles el dueño ni un duro), los licántropos de clanes numerosos y que en nuestros cines poseen acento andaluz (?), las momias salerosas y un hombre invisible que, cuando habla, recuerda a Woody Allen. Lástima que, ya que hablamos antes de gracia, sea ése precisamente uno de los mayores inconvenientes de la cinta, o sea, que de buenos golpes humorísticos, con excepción de un par mal contados, anda raspada. Añádanse los números musicales de rigor (la sombra de Disney parece ya una maldición gitana), un «happy end» de pandereta y traca, y obtendrán este «Hotel Transilvania» que, no obstante, tiene perdida la batalla si alguien decide compararla con el conmovedor Frankenstein canino de Tim Burton. Eso sí, pero qué requetebién se lo ha tenido que pasar Alaska...