Responsabilidad por Sabino Méndez

Con la ecuanimidad natural de un hombre acostumbrado a que le timen, he escuchado las diversas explicaciones que se han dado de la huelga general. Tras la máscara de serenidad que he conseguido mantener, bullía la habitual buena centena de sentimientos que oscilaban entre la hipertensión y la nausea. También algunas palabras bastante gruesas que pude encontrar. El desahogo me ha resultado agradable casi a lo largo de los dos primeros minutos pero luego, como suele suceder con el español medio, he recobrado la cordura.

Me parece que la precipitada iniciativa de mesianismo ideológico de los sindicatos sólo ha puesto en evidencia un divorcio clarísimo con la gente de la calle. Empiezan a asemejarse, al igual que los partidos, a una maquinaria que vive para alimentarse a sí misma. Un poco más de humildad en las valoraciones del día siguiente les hubieran reconciliado algo con el peatón sensato. No sé si se han dado cuenta que, con esa desconfianza que han provocado, la burguesía se encuentra con un panorama ideal de manos libres. No se trata tanto de que haya ganado el capitalismo sino de que parece que se impone la economía de mercado. De hecho, el capitalismo como acumulación de capitales va a la baja y lo que enriquece es tener el capital en movimiento. La discusión es cómo controlar esos movimientos para que no haya estafa o injusticia. Y eso ha de hacerse desde Bruselas porque Bruselas somos todos. El papel entonces de la propia burguesía es decisivo. Una burguesía vital, activa y responsable cambia mucho el futuro. Al fin y al cabo, somos un cinco por cien que consume el veinticinco por cien de los recursos del planeta. Conviene paciencia y mesura y acordarse de cuánto hemos ganado todos hace poco.