Bolivia
CRÓNICA NEGRA / Hay que conocer a los violadores
Durante los meses de septiembre y agosto de 2007, en el Parque del Oeste de Madrid se sucedieron una serie de abusos y violaciones. Una banda liderada por un agresivo delincuente sexual asaltaba a sus víctimas a las que rajaba con un cuchillo. Los ataques eran brutales, llenos de palabras fuertes y obscenas, de gestos y aspavientos, destinados a amilanar a las pobres muchachas que caían en sus manos. Según los investigadores, los ataques estaban premeditados y se distinguían por la frialdad.
No obstante no es fácil determinar si se está ante un asaltante sexual, una banda urbana o una serie de agresores que se turnan para experimentar su maldad. Sea como fuera, trascendió que en el Parque del Oeste había al menos un violador desalmado que se arrojaba sobre las parejas que estaban ocultas entre la vegetación y amenazaba con una navaja para que le dieran todo lo que llevaran de valor. Luego, en la peor tradición del Bandido de la Luz Roja, Caryl Chessman, se arrojaba sobre las muchachas y en ocasiones con la más refinada crueldad utilizaba a los novios como colchón para abusar de la novia.
Se llevaba los teléfonos celulares, el reloj, los reproductores de música y las tarjetas de crédito. Era un delincuente internacional, sofisticado que le daba a todos los palos. La firma de su innegable forma de actuar vino a ser la de utilizar al chico como colchón y el hecho de que en ocasiones actuaba solo, siempre con mucha violencia, eso sí, pero a veces acompañado de compinches que le reían las gracias y le ayudaban en sus ataques. En cualquier caso, siempre amenazaba: «Si te resistes, la rajo». O a ella: «Si te niegas, lo mato».
El individuo que llevaba la voz cantante era un machista irredento que se retroalimentaba con sus actuaciones. A medida que juntaba agresiones, se volvía más peligroso. Los agentes acabaron deteniendo a un grupo de individuos y, entre ellos, identificaron al sospechoso número uno, el posible violador del Parque del Oeste. En Madrid, donde tiempo atrás actuaba el violador de Pirámides, se abre paso la idea de que si las autoridades descubren una amenaza de agresión sexual, deben informar en seguida, no como en el caso de Pirámides, que el violador estuvo actuando durante ocho años con total impunidad.
En estos días se ha celebrado el juicio contra César U. Q., de 21 años, nacido en Bolivia, presunto autor de las violaciones denunciadas en el Parque del Oeste, al que el fiscal le pide 87 años de cárcel por cuatro violaciones comprobadas, seis atracos y lesiones durante agosto y septiembre de 2007. Junto a él se sientan dos supuestos cómplices a los que se les piden 18 años y seis meses de prisión, igualmente por delitos muy graves.
En el juicio al «Violador del Parque del Oeste, se demostró cómo se crecía con el terror de las víctimas, a las que dirige los peores insultos y se empleaba de manera terriblemente violenta. Incluso decía que las mujeres tenían que pagar lo que los españoles les han hecho a los latinos, haciéndose pasar por un «rey latino». Como muchos agresores sexuales, éste llevaba una sudadera con capucha, aunque llegado el momento de actuar lo hacía a cara descubierta.
La primera de las agresiones que han sido analizadas en el juicio tuvo lugar el 15 de agosto de 2007, cuando dos de los compinches se situaron cerca de dos jóvenes a los que el violador asaltó mientras los otros vigilaban. Poco después, días más tarde, otros chicos de 17 años fueron asaltados y así se sucedieron abusos sexuales y atracos. La policía tenía localizados a los presuntos autores, pero los ataques no pudieron evitarse.
Perder el miedo
César U. fue capturado en Aluche. Supuesto jefe de un grupo de jóvenes, al que no se le conoce actividad laboral. De ser el buscado se dice que coinciden varios indicios y pruebas. Si se trata del violador del Parque del Oeste, uno de sus supuestos vicios era pasar el filo de la navaja por el cuello o la cara de sus víctimas, las chicas, que con eso se morían literalmente de miedo. La mayoría de ellas tuvo que ponerse en tratamiento psíquiátrico.
La población necesita ser informada cuando hay una determinada zona en una ciudad en la que menudean los agresores sexuales. Pasar por allí o evitarlo debe ser una decisión individual, no producto de un excesivo proteccionismo o ignorancia. Por otro lado, hay que perderle el miedo al agresor sexual: al fin y al cabo es un tipo acomplejado incapaz de una relación normal.