Europa

Bruselas

Todo está por ver por Cástor Díaz Barrado

La Razón
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La cumbre de Bruselas ha sido todo un éxito en términos políticos. España e Italia han reforzado su posición en el seno de la Unión Europea y se han convertido en protagonistas centrales de la construcción europea en momentos difíciles. El liderazgo en Europa se ha ampliado más allá de Alemania y Francia y el comportamiento de este último Estado está facilitando sobremanera que las decisiones tengan un mayor alcance. El acercamiento de las tesis francesas a los postulados de los Estados del sur está ofreciendo un nuevo escenario en el que las decisiones más relevantes comienzan a tener en cuenta a un mayor número de participantes. Se están sentando las bases para que se proyecte en la escena internacional la imagen de una Europa unida que está dispuesta a hacer un frente común a las dificultades. Se va diluyendo, de algún modo, la imagen de una Europa dividida. La líder alemana, Angela Merkel, ha cedido en parte de las soluciones que viene proponiendo ante el avance y la postura común de los otros tres estados más significativos de la Unión, si excluimos al Reino Unido. No existen posiciones ideológicas cuando se trata de defender un modelo, como el europeo, que está en riesgo y al que se le exige, por la comunidad internacional, que aparezca y se exprese con un único mensaje y con soluciones compartidas. Las posiciones que, durante hace tiempo, vienen manteniendo los Estados Unidos están contribuyendo, de manera decisiva, al fortalecimiento de la Unión Europea. Sólo una Europa unida será capaz de continuar como actor principal en la nueva realidad internacional y sólo así será un interlocutor válido para los Estados Unidos y el resto de los actores que impulsan, en la actualidad, el devenir de la sociedad internacional contemporánea. Queda, sin embargo, que los estados de la Unión estén dispuestos a ceder más soberanía y a avanzar en los pasos que faltan para lograr la plena integración. Pero está por ver si los resultados obtenidos en Bruselas, de gran calado político, se van a traducir satisfactoriamente en el plano económico. No sabemos si los especuladores y los mercados en general están convencidos de la voluntad real de los europeos de avanzar en la integración y tendremos que hacer frente a posiciones, como la de Finlandia y Holanda, que reclaman también su cuota de protagonismo en la nueva configuración de Europa. La economía es tan sólo un instrumento para el logro de la unión política, pero un instrumento necesario e imprescindible. El establecimiento del euro ha sido uno de los grandes logros de los últimos siglos en Europa y su pervivencia depende ahora, más que nunca, de decisiones políticas y de medidas y fórmulas de contenido económico. Cuanto antes se mire a Europa como unión y no como una amalgama de estados, será mucho mejor.