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La vida era sueño en Sicilia

Cuándo: del 12 de enero al 18 de marzo. Dónde: Teatro Pavón. Madrid. Cuánto: 18 euros. Tel. 91 528 28 19.

La vida era sueño en Sicilia
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Queda constancia de que «En esta vida todo es verdad y es mentira» se representó por última vez en 1856. Así que podemos decir sin miedo a equivocarnos que es un Calderón de la Barca inédito, al menos para varias generaciones. Acorde con el afán de la última etapa de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) de recuperar textos apenas vistos, Eduardo Vasco encargó a Ernesto Caballero la dirección de este drama alegórico situado en una Trinaquia (la Sicilia del imperio bizantino) de fantasía, con el que el gran dramaturgo madrileño dio lecciones de buen gobierno y jugó a enfrentar lo real a lo irreal. «Son casi dos obras en una, con un juego especular entre la verdad y la mentira; eso que Dámaso Alonso definió como una estructura bimembre», explica Caballero. «El juego entre apariencia y realidad es permanente en el texto».

Dos modelos de Gobierno
Cuenta Caballero que «en Calderón hay muchos Calderones, y es muy posible que en este texto estén todos representados. Es un drama, muy en sintonía de "La vida es sueño", y aparecen aquí muchas de las constantes temáticas de esa obra». Y es que tenemos a dos Segismundos –que se llaman para la ocasión Leonino y Heraclio–, educados en una cueva, hay una especie de mago, como Basilio, que los somete a un experimento, y un malvado rey, Focas. El tirano, además, convierte a la pieza en un drama político de tesis llamativamente modernas: «Cuando uno se sumerge en un drama de Calderón, muchos prejuicios saltan por los aires. Está planteando muy claramente el principio probabilista de "in dubio pro reo": hay un momento en que Heraclio dice claramente: "Una vida no vale un reino". Y él es consecuente con eso, mientras que Leonino está dispuesto a matar a su padre». Y añade: «Era el debate que existía entonces en la Europa de su tiempo. El maquiavelismo caló más en la Europa algo más Nórdica, pero Calderón se hace portavoz de unos valores que son actuales y que sorprende descubrirlos en el XVII».

Caballero explica que la obra «se incluye dentro de un género que se llevaba mucho en la época, el de la escuela para príncipes: él contrapone al tirano Focas con los dos hijos que optan a la corona, Heraclio y Leonino, que representan dos modelos: uno es el hedonista, el vivir al día y aprovechar las oportunidades representa el principio de que el fin justifica los medios; Heraclio, en cambio, es un personaje más sereno, más estoico. Encarna las virtudes, y Calderón se decanta por este personaje, que es el legítimo heredero».

El director tendrá a sus órdenes a un elenco formado por rostros habituales de la CNTC, desde Carmen del Valle a José Luis Esteban, y otros con los que ha trabajado en alguna o varias ocasiones, como Iñaki Rikarte, Karina Garantivá o Paco Ochoa, además de Ramón Barea, en la piel de Focas. La música será un personaje más, «estamos en el Calderón casi precursor de la zarzuela». Sin olvidar a los oportunos graciosos y el ambiente casi mágico de esa antigua Sicilia de leyenda: «Es un espacio muy libre que Calderón inventa con amazonas y cazadores, dentro de esa exuberancia palaciega. Y es que es un texto que escribió para que se representara delante de la corte, la de Felipe IV, en El Retiro».

 

Llamando a la puerta del CDN
El montaje para la CNTC es el primero que dirige Caballero justo después de tomar posesión en el Centro Dramático Nacional (CDN). Entre ensayos y responsabilidades nuevas, lleva dos semanas de órdago. «¿Que si piso la casa? ¡Claro! A quien no veo es a mi hija», dice con resignación, aunque aclara que está «viviendo un momento calderoniano». Y añade: «Hay mucho por hacer y estoy ilusionadísimo». La gente de la profesión no para de llamar a su puerta, explica, pero él, de momento, pide un poco de paciencia.