Sevilla

Miguel Carcaño el presumido

Se levanta todos los días entre las 8:00 y las 8:15, que es cuando tocan diana en el centro penitenciario de Morón de la Frontera, uno de los más modernos de España. La rutina diaria del asesino confeso de Marta del Castillo varió ayer, ya que tuvo que ser trasladado al juzgado de Instrucción 4 de Sevilla, donde ratificó su última versión del crimen

Carcaño responsabiliza a «El Cuco» y a Samuel del destino del cuerpo de Marta
Carcaño responsabiliza a «El Cuco» y a Samuel del destino del cuerpo de Martalarazon

El padre de la víctima, Antonio del Castillo, se ha quejado de que «los derechos» de las personas que, supuestamente, acabaron con la vida de su hija «están garantizados, como debe ser. ¿Pero los derechos de mi hija quién los salvaguarda?». Las paradojas del sistema del que, según la familia, «se cachondea con sus mentiras».

 

El principal implicado en el «caso Marta» aseguró ante el juez que no sabe dónde está el cuerpo, porque «El Cuco» y Samuel Benítez se ocuparon de ocultarlo y él se quedó en León XIII «limpiando». Miguel –pantalón oscuro, cazadora y deportivas– llegó al Prado de San Sebastián, pasadas las 9:00 y se marchó después de las 12:00. Sostuvo que mató a Marta con un cenicero tras discutir, negando la violación.

 


Tímido, pero presumido

 

El asesino confeso volvió a mostrarse apocado. Cuando testifica, «apenas le sale la voz», según fuentes del caso. Mira hacia abajo y cuesta sacarle las palabras. En los traslados, protegido por una docena de policías, ante los gritos de «asesino» y otros insultos, camina como si la cosa no fuera con él, con la mirada perdida, peinado y afeitado –esta vez, otra veces lleva barba de varios días– para la ocasión. El presunto asesino de Marta es, de entrada, tímido, pero también presumido y, según los que le conocen, presuntuoso. El testigo clave que lo vio la madrugada del 24 de enero de 2009 con la silla de ruedas con la que supuestamente se trasladó a Marta –que declarará mañana en el jucio de «El Cuco»–, ya dijo que vio a Miguel «peinándose» en los espejos de su portal, esperando a alguien. En los momentos de más tensión, Carcaño, según esta descripción, tuvo la sangre fría de acicalarse. Antes muerto que sencillo, sólo que la fallecida era su amiga.

 

Miguel cumplirá 22 años en abril y lleva en la cárcel desde el 16 de febrero de 2009, tras ser detenido el día 13 por el asesinato y la desaparición de la joven sevillana. En la calle, huérfano de madre y abandonado por su padre, viviendo solo desde los 18 años, había días «en los que no comía» porque no llegaba a fin de mes, según relató la propia Marta a su familia más de una vez. Pedía dinero a sus vecinas, que siempre devolvía, según éstas. En la cárcel, a las 8:30 horas tiene fijado el desayuno. De 9:00 a 9:15, comienza las actividades. A las 13:00, almuerza. A las 13:30, sube de nuevo a la celda. Una hora después, vuelve a las actividades, hasta las 19:00 que cena, según fuentes de la prisión. A las 19:30, regresa a su cuarto.

 

El padre de Marta se quejó, impotente, en una entrevista en LA RAZÓN, de que «mientras no sabemos dónde está mi hija, Miguel se pasa las horas viendo la televisión, según me ha llegado».

El director de la prisión de Morón de la Frontera, Pepe Vidal, corroboró a este diario que Carcaño dispone de televisión en su celda y puede leer la prensa, ya que «no se le puede prohibir» lo que hace en su tiempo «libre», «como pasa con el resto de internos». Más bien, sus hábitos dependen de su compañero de cuarto, ya que duermen de dos en dos en la cárcel. Carcaño estudia ESO y «se está aplicando bastante», está «en un módulo normal, junto a más de 50 personas», tras un tiempo apartado por seguridad. Eso sí, «no está con reincidentes». Hasta se cartea con admiradoras. «Participa en un partido de fútbol, si quiere, o juega al parchís, al ajedrez, al tenis o al frontón». Fuera de su tiempo libre, «limpia su celda y los patios» y va «a los talleres ocupacionales». Dice el refrán que «en ningún sitio como en casa». La familia de Marta, a veces, no puede evitar pensar que Miguel Carcaño vive mejor en la cárcel que en la calle.