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Peña Nieto devuelve el poder al PRI

El candidato priista lleva a su partido a la presidencia de México, tras doce años en la oposición. En su primer discurso, el presidente electo apela a la reconciliación nacional

Peña Nieto devuelve el poder al PRI
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México, el país más conservador y católico del continente, se decantó de nuevo por la derecha pero con cambios. Así quedó patente en la elección del domingo, cuando el Estado hispanohablante más poblado escogió a su gobernante para los próximos seis años para corregir y marcar el rumbo de los mexicanos. Enrique Peña Nieto, el representante del Partido Revolucionario Institucional, es el elegido para encarar este reto.

De acuerdo con los datos oficiales emitidos por el Instituto Federal Electoral (IFE), Peña Nieto obtuvo más del 37% de los votos en las elecciones mexicanas, cinco puntos por encima del centroizquierdista López Obrador. Por su parte, Josefina Vázquez Mota, del oficialista PAN, suma poco más del 25%. Además, el IFE confirmó que la histórica participación popular superó el 62%, por lo que habrían votado más de 49 millones de ciudadanos.

 «Los mexicanos le han dado una segunda oportunidad al PRI», afirmó Peña Nieto desde la sede de la capital. Así que, en su caso particular, encarará el desafío de superar la imagen que su partido dejó tras pasar más de siete décadas al frente de México. El objetivo es jubilar a los «dinosaurios» para cambiarlos por auténticos revolucionarios de derechas. Pero si algo diferencia a Peña Nieto es ser un líder pragmático, más preocupado por los resultados que por la ideología. Con un discurso conciliador, ratificó que hará una serie de reformas para «modernizar México.

Los mexicanos están cansados de que siempre se hable del milagro brasileño. ¿Cuándo recuperaremos el trono?». Los doce años de gobiernos del PAN arrojan un balance de luces y sombras. Por un lado, se caracterizaron por una estabilidad económica inédita en un país acostumbrado a grandes crisis. Si bien el crecimiento del PIB está por debajo de varios países emergentes, pues promedió 2,3% durante el sexenio del presidente Felipe Calderón, México ha capoteado relativamente bien la crisis económica mundial, a pesar de su dependencia de Estados Unidos, y forma parte del grupo de las 20 mayores economías del mundo.

De entrada, Peña Nieto enfrenta el reto de superar la gran desigualdad en este país, donde la pobreza afecta al 52% de los habitantes. El esquema político mexicano, con tres partidos fuertes y muchas veces enfrentados, ha llevado a una suerte de estancamiento, una sensación de parálisis, que no ha permitido avanzar en aplazadas reformas estructurales que incluyen, además de la política, los sectores energéticos, fiscal y laboral. Hay una expectativa en particular por las decisiones del nuevo Gobierno, que tomará posesión en diciembre, con respecto a la estatal petrolera Pemex y la posibilidad de abrirla al capital privado para que se parezca a la empresa brasileña Petrobrás.

Pero, probablemente, el desafío más urgente que tendrá el mandatario electo es enfrentarse a la violencia del crimen organizado, en medio del hartazgo público por una guerra contra el narco que ha dejado unos 60.000 muertos durante el sexenio de Calderón. Aunque, sorprendentemente, el tema se ha tratado con un perfil bajo a lo largo de toda la campaña, en la que todos los candidatos estuvieron de acuerdo, a grandes rasgos, en mantener la ofensiva y conservar el ejército en las calles, el candidato del PRI estará obligado a calibrar la estrategia de seguridad con la que afrontará la lucha contra el narco. En sus primeras palabras, nada más conocer que se había impuesto en las urnas, Peña Nieto sostuvo que «la lucha contra el crimen va a seguir. No habrá tregua ni pacto» frente a los cárteles de la droga y llamó a México a la «reconciliación nacional».

Además, el nuevo Gobierno también deberá incorporar a los jóvenes, a esos miles de universitarios que se convirtieron en protagonistas de la campaña a través del movimiento #YoSoy132. A todos esos desafíos se suma el temor por la posibilidad de un costoso conflicto postelectoral, como el vivido hace seis años, en el que un importante sector del país cuestione la legitimidad del ganador. Mientras el PAN reconoció desde el primer momento la victoria de Peña Nieto y su gran derrota, el izquierdista López Obrador se resiste a asumir el segundo puesto que ha logrado.