Despidos

A las barricadas por José Ramón Pin Arboledas

La Razón
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Una canción revolucionaria decía: «A las barricadas! A las Bbarricadas!» (anarquista). Martínez de UGT, Madrid, el Lenín de Chamberí, la ha traducido por: «Movilizaremos la calle y cuando la presión sea insoportable por el Gobierno, lo golpearemos con la huelga general. Aunque para desprestigiarle, alguien filtró que recibía unos ingresos sustanciosos en el consejo de una entidad financiera, ¡malvados capitalistas! Luego se aclaró que los cobraba UGT, ¿para liberar más sindicalistas? (¿Financiación legal?).

No se engañen sindicatos, ni Gobierno. España sabe que hay que elegir: flexibilidad laboral o desempleo. El 20-N se decantó por lo primero. Sustituir el Parlamento por la calle (como también quiere IU) es llamar a las barricadas; barricadas pacíficas y civilizadas, porque estos sindicatos ni son anarquistas ni revolucionarios y en democracia han actuado muchas veces con responsabilidad; negociando.

La huelga general es política no sindical. Dicen que los gobiernos Aznar y Zapatero aguaron sus reformas laborales, por temor a los sindicatos y mantuvieron la rigidez del mercado laboral. Cuando España iba bien (¿recuerdan?) no se notó. Ahora, como no vamos bien, hay más de cinco millones de parados, era necesario cambiar la legislación. Si los sindicatos pararan esta reforma el paro subiría incluso con crecimientos superiores al 2% del PIB. Para los expertos, con la nueva legislación, bastaría el 1% de crecimiento para crear empleo. ¿Por qué movilizarse? Para mejorar el texto, dicen Méndez y Rodríguez Toxo.

¿Se puede mejorar? Técnicamente sí. Por ejemplo, en el periodo de prueba de un año del contrato indefinido para emprendedores, los últimos seis meses pueden devengar indemnización por despido, para encajarlo con el «Estatuto de los Trabajadores» que limita los periodos de prueba a seis meses. Para ello, basta el trámite parlamentario y el desarrollo reglamentario. No son necesarias las barricadas. Aunque, si se trata de divertirse en una soleada mañana de domingo, a nadie le hace daño; ni a la economía. Otra cosa es dejar de trabajar un día laboral.

José Ramón Pin Arboledas
Profesor de IESE