Barcelona
El ser o no ser de la Liga
Sin Puyol y tal vez sin Piqué, la defensa del Barcelona es de cristal. Enfrente, el contragolpe del Real Madrid, martillo pilón
MADRID- Conciliador, por una vez y sin que sirva de precedente. No considera Mourinho que los 8 puntos de distancia que le lleva el Barcelona sean ni agravio ni barrera insalvable. Siente, quizá, que a «Pito» Vilanova le humilló en su día y, como signo de arrepentimiento, no necesita recurrir al juego subterráneo para minar la moral del contrario. Una y no más. O es que a Guardiola sí había que alejarle del meollo de la cuestión, quién sabe. Huye también el técnico del sesgo político que rodea al partido. Ni él ni los protagonistas principales, aquellos que hacen las alineaciones o los que juegan, han colocado el carro delante de los bueyes. El fútbol es su pasión, su vocación, su profesión y lo que cuenta. Distraerse con el mar de «senyeras» o «esteladas», con el grito atronador de «independencia» en el Camp Nou o con la pancarta habitual de «Catalonia is not Spain», todo ello es restar valor a lo que hay en juego, posiblemente la Liga. Si gana el Barça, adiós Madrid. Once puntos es una pared difícil de escalar incluso para el mejor bloque del mundo, si además el otro «alpinista» es muy capaz de dejarle sin clavijas en el ascenso.
Mourinho insiste en que esto «es fútbol, no política», le secunda Tito en la tesis y Piqué abunda en ella: «El Barça-Madrid no debería ser un Cataluña-España». No lo es por mucho que algunos se empeñen. Por otra parte, no estaría de más recordar a quienes se inflamen de catalanismo en el minuto 17 con 14 segundos, que lo que se dirimió hasta el 11 de septiembre de 1714 no fue una guerra de secesión sino de sucesión. No deja de ser curioso que un bando español luchara por mantener en el trono al francés Felipe de Anjou y otro, también español, por coronar al austriaco Archiduque Carlos. Lo de hoy no es ni el epílogo del «partido del cochinillo», cuando Gaspart se encargó de encender el horno; es un Barça-Madrid con mucho en juego; pero sobre todo, la Liga.
Tanto Vilanova como Mourinho esconden las alineaciones. Hay dudas razonables. Sin Puyol, el único central puro azulgrana es Piqué. Se ha entrenado en solitario, ha acelerado la recuperación y eso invita a creer a Mourinho que va a jugar. O se alinea él junto a Mascherano, o la pareja será el camerunés Song, aún verde, pero menos que Bartra y Muniesa. Otra duda, Cesc o Iniesta; aunque parece que jugarán los dos y el sacrificado será Alexis. El Barcelona necesita mantener el balón, no perderlo porque la defensa es de cristal y el adversario, en ese frente, martillo pilón a la contra.
Del hipotético once azulgrana, al posible madridista. Mourinho asegura que no va a sorprender, que las últimas alineaciones son la pauta. Por partes, en los dos últimos partidos en el Camp Nou, Coentrao ha jugado en lugar de Marcelo. Y en el último de Liga, la constatación de un Madrid superior en el pasado campeonato, el resultado fue 1-2. Ni en la Supercopa ni en este choque hubo trivote. Khedira y Alonso, intocables, cerca de ellos, Di María, bendecido en los encuentros con los azulgrana, y Özil. Arriba, Benzema. La incógnita, quién será el enganche, Özil, Modric, Kaká o Essien, por este orden. La obligación del Real es ganar y recortar la distancia para mantener la tensión, por ello es lógico (?) pensar que «Mou» primará el talento sobre el músculo.
La otra batalla girará en torno al Balón de Oro. Mourinho ha descubierto que la tristeza de Cristiano no eran sino celos de Iniesta, Xavi y Casillas, los campeones de Europa que le «discuten» el trofeo, además del sempiterno Messi. Es tanto lo que hay en juego que, precisamente por eso, sobra la política.
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