Sabino Méndez

Verano mítico por Sabino Méndez

Como Simón el Estilita, que se pasó la vida rezando encima de una columna
Como Simón el Estilita, que se pasó la vida rezando encima de una columnalarazon

Lo habitual del verano era que Madrid se quedara vacío. Los madrileños, imitando a los diez mil de Jenofonte, tomaban de golpe la decisión de dirigirse todos al mar. La ciudad, durante unos días de agosto, se convertía en un remanso de soledad bajo un sol de plomo. Un balneario perfecto para la meditación pasiva al estilo reptil, bajando la temperatura del sistema circulatorio. Así se aprendió aquí lo que era la sangre fría. Pero este año, la algarabía de un montón de adolescentes convocados por el Papa ha cambiado totalmente el panorama. Baden-Baden va a tener que esperar. Si me guardan el secreto, les confesaré algunos trucos de estrategia masculina. Una estratagema habitual de cualquier cabeza de familia sensato y madrileño era, hasta la fecha, dejar a la familia (niños, primos, abuelos, mascotas, bicicletas, bípedos y velocípedos en general) haciendo cola a la entrada de la playa (donde no se sabe bien si uno ha sido incrustado de golpe en una de esas épicas migraciones de la humanidad, como el éxodo de los israelitas o la larga marcha de Mao) y, aprovechando la confusión, escaparse unos días a Madrid sin que nadie lo notara. Generalmente, a la vuelta, la familia seguía en el mismo sitio en medio de aquella muchedumbre, sin haber notado la ausencia del cabeza de familia a no ser que hubiera sido necesario hinchar una colchoneta o podar un seto. La reunión de la juventud en Madrid ha desarticulado estas operaciones. Porque, vamos a ver, si uno viene huyendo precisamente de la crisis hormonal de crecimiento de los hijos propios, ¿creen acaso que será tan loco como para elegir de refugio toda esta congregación de adolescentes? Desistan y convénzanse. Estos días la ciudad es de ellos. La vida, amigos, no da tregua.