Barcelona

Espíritu ganador

La Razón
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En el detalle de Fernando Torres cediendo un balón de gol a Mata cuando ya el partido contra Italia estaba sentenciado puede resumirse la filosofía de un equipo futbolístico que ha trascendido el terreno de juego para convertirse en modélico ejemplo a seguir. Generosidad, entrega, talento, unidad y sentido de conjunto por encima de las individualidades. Pero también capacidad de liderazgo, respeto al adversario y sentido del honor. He ahí las claves que han hecho inmensamente grande a la Selección española de fútbol y la han encumbrado en la cima del planeta futbolístico como a ninguna otra selección nacional. Los españoles tenemos motivos sobrados para sentirnos orgullosos y está plenamente justificada la explosión de júbilo que ha inundado las calles del país, desde Barcelona y Pamplona hasta Cádiz y Valencia, desde Bilbao hasta La Coruña. Y Madrid, claro, donde un millón de personas se arracimaron para aclamar a los campeones de Europa. Es cierto que una victoria futbolística no resuelve los hondos problemas económicos que atosigan al ciudadano, pero tampoco debe despreciarse la benéfica influencia que un éxito colectivo ejerce sobre el tejido social necesitado de autoestima. En este sentido, los últimos días han sido especialmente positivos para España. El resultado de la cumbre europea de jefes de Estado y de Gobierno ha sido altamente positivo para los intereses españoles y, aunque quedan muchos obstáculos que superar, los acuerdos alcanzados en Bruselas por Rajoy permiten encarar con optimismo los compromisos financieros y la solvencia de la banca española. Naturalmente, nunca faltará una Finlandia o una Holanda que traten de poner palos en las ruedas de la recuperación y el crecimiento, pero nada podrán si enfrente se topan con un Gobierno firmemente decidido a defender los intereses nacionales y al que le apoya la oposición. Para el éxito de la acción política rigen los mismos principios que para el triunfo deportivo: unidad, espíritu de equipo y generosidad. Y pasión por el trabajo bien hecho. A nadie se le oculta que la supremacía española en diferentes disciplinas deportivas no hubiera sido posible sin la profunda transformación que ha sufrido nuestra sociedad en todos los órdenes, empezando por un sentido de la competitividad muy acusado y por una mayor preparación técnica y emocional. Si antes España sólo salía a la palestra internacional a competir dignamente, desde hace algún tiempo sólo sale a ganar. Es ese espítitu ganador el que celebramos millones de españoles en torno a la Selección nacional. Y es ese mismo espíritu el que debería impulsar la ardua batalla para salir de la crisis económica, crear empleo y devolver la autoestima a una nación que tiene el mejor espejo en el que mirarse.