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Delincuencia

La Razón
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Sus policías nacionales, los mismos que obedecían sus órdenes hasta trasanteayer, se han querellado contra usted. Entre sus policías, los agentes del orden, y sus perroflautas, usted no ha dudado con quiénes se queda. Con los segundos, contra los que no actuó cuando ocuparon ilegalmente los espacios públicos que a todos nos pertenecen. Con los segundos, los que insultan, amenazan, destrozan el mobiliario urbano y siembran de estiércoles y orina las plazas y calles de nuestras ciudades. Con los segundos, los que amenazan a unos policías cumplidores de unas órdenes inadmisibles. Usted, Rubalcaba, su sucesor y obediente Camacho y la Delegada de la Chusma en nombre del Gobierno han sido señalados ante la Justicia por una Policía harta y humillada. Hoy hemos sabido que el Ministerio del Interior ha dispuesto que la Policía dé un trato de favor a los llamados «indignados» indignantes. Usted está con ellos –con los perroflautas–, por un puñado de votos. Han prevaricado, han ordenado a la Policía que no actúe contra ellos, y cuando no tuvieron más remedio que repartir algún porrazo profesionalmente medido, usted, que era su jefe, se ha convertido en su acusador. No soy abogado, pero intuyo que tanto usted, como su obediente sucesor en el Ministerio del Interior, como la Delegada de la Chusma en nombre del Gobierno, están moviéndose a muy pocos centímetros de la delincuencia.

Jamás me figuré un deterioro tan acusado en los valores de una persona como el que ha experimentado la suya propia. Se está quedando solo con la mugre. Se le van los suyos como ratones asustados. Quien lo elevó hasta lo más alto, su Presidente del Gobierno en paro técnico, también le ha dado la espalda, hasta el gorro de sus deslealtades. Parece, Rubalcaba, que es usted un recién llegado sin responsabilidades pasadas, cuando su responsabilidad en el desastre es tan abrumadora como la del Presidente parado. También se le va Elena Salgado, su mano derecha, avergonzada de su deriva. Hasta su fiel Elena Valenciano principia a dar muestras de una desmoralización corrosiva. Y tan grave y desagradable es la desunión en su partido que hasta el Presidente ha decidido puentearlo y hablar con Rajoy de los pasos del futuro sin consultar con usted. ¿Para qué hacerlo con el seguro perdedor de las elecciones?
 
Todas sus demagogias, sus deslealtades, sus mentiras, sus fugas de la responsabilidad y sus trucos de baratillo pueden ser protagonistas del olvido en unos pocos años. Pero su inaceptable reacción contra la Policía que le ha obedecido a usted hasta trasanteayer, y muy a su pesar según se ha sabido, no tiene perdón. Usted no puede valorar un puñadito de votos más que los derechos de la ciudadanía. Usted no puede respetar más la orina de un perroflauta que el establecimiento honrado y legal de un comerciante instalado en la Puerta del Sol. Usted no puede acusar a un policía insultado, humillado y zarandeado de extralimitarse cuando la extralimitación se produjo en las filas airadas y groseras de sus favorecidos.

Le ha salido muy mal la jugada y ha quedado usted peor. Usted carece de talla moral y ética para ser candidato de nada, y empiezan a verlo y sentirlo en su propio partido. No sirve para nada la simulación. Los que opinaron en mayo que ese presumible movimiento de «indignados» era uno de sus inventos no se equivocaron. Se valió de unos tontos útiles y de unos obedientes perfectamente dirigidos. ¿Cómo iban a actuar los agentes del orden contra quienes estaban amparados por quien da las órdenes? La lección de los jóvenes en la JMJ le ha desencuadernado. El Papa y usted se han puesto de acuerdo para acabar con su futuro político.