Barcelona
Zubin Mehta: «Mozart existirá hasta que muera la última cucaracha»
El director recibió ayer de manos de Doña Sofía el premio Yehudi Menuhin a la Integración de las Artes y la Educación. En Madrid habló claro en alemán, inglés y español. Y dijo lo que quería, y así lo subrayó, en un idioma universal
Se escucha el «ratatatá» de los disparos de las cámaras de los fotógrafos. Por la puerta aparecen Zubin Mehta y Paloma O'Shea, presidenta de la Fundación Albéniz. El director nacido en Bombay, que tiene a España como su segunda residencia, recogió ayer en el Palacio del Pardo de manos de Doña Sofía el Premio Yehudi Menuhin que otorga la Escuela Reina Sofía a la Integración de las Artes y la Educación 2010. Ambos se parapetan tras una mesa, y después de que O'Shea presente al maestro («un hombre que ha hecho mucho por la educación»), hace ademán de levantarse, pero pueden más las súplicas y ruegos del batuta que le pide que siga a su lado. Y así lo hace. Empieza el encuentro y Mehta echa la vista atrás y recuerda a Menuhin, «muy importante en mi juventud y a lo largo de mi vida. Le conocí en 1951. Mi padre lo contrató para que tocara con la Orquesta de Bombay. Le tuve ocho días enteros en mi casa. Recuerdo que años después, cuando coincidí con él, me trataba como a uno de sus hijos, tanto en los ensayos como con la orquesta. Cuando hoy digo que es un gran honor recibir este premio no lo hago como si fuera un cliché o una frase hecha. Es porque realmente lo siento así. Sé lo que ayudó Menuhin a doña Paloma a elevar el nivel de la Escuela». Combina el alemán y el inglés, y también deja escapar algunas frases en español. Se le entiende de maravilla a pesar de la Torre de Babel por la que transita. Entre sus sueños elige dos, o mejor dicho, los distingue: «Sólo me falta tocar de las óperas de Wagner ‘‘Parsifal'', que lo hará en el Mayo Musical Florentino de 2014, y dirigir con la Filamónica de Israel en El Cairo, Amán y Beirut, pero tal como está el Gobierno me temo que tendré que esperar mucho tiempo».
El talento de Omar WellberImpecable con su traje azul, Mehta habla con las manos: «La Orquesta de Valencia es una de las mejores de Europa. Han tocado ‘‘Salomé'' como dioses. He de dar las gracias a Lorin Maazel por haber construido esa formación», con la que hoy estrenará, dentro del Festival del Mediterrani, una «Carmen» que lleva la firma de Carlos Saura, cantada por Elina Garanca y Marcelo Álvarez (que se alternará, cosas del destino, con Jorge de León, con quien ya se vio obligado a compartir cartel en la «Andrea Chènier» del Real). Se apasiona cuando habla del Palau de las Arts, institución a la que está muy ligado, y alaba la fuerza que apunta Omar Wellber, el nuevo batuta del coliseo, «un hombre de enorme talento. Con los jóvenes se corren siempre riesgos, pero hemos de apostar por ellos. Si con 26 años no lo hubieran hecho por mí para dirigir la Orquesta de Los Ángeles hoy no estaría aquí». Se le interroga por la necesidad de una Ley de Mecenazgo en España («seguro que con ayudas fiscales e incentivos la gente se animaría a invertir») y explica que debería pasar en esta tierra lo mismo que sucede en Estados Unidos; por ejemplo, necesitamos «sponsors y también de los Gobiernos, porque la ópera en Valencia recibe muy poco dinero en comparación con Madrid (el Teatro Real que recibe 18 millones de euros) y Barcelona (en alusión al Liceo, con 14), mientras que el Palau percibe sólo un millón. Nosotros, además, tenemos un festival que ni Madrid ni Barcelona organizan, aunque las relaciones con ambas capitales son estupendas. Yo estoy aquí como valenciano y tengo que decir que el Gobierno nos trata como si fuéramos ciudadanos de segunda. Ya he dicho lo que quería», asegura.
Sinatra y StravinskiY Mehta siguió haciendo gala de su don de lenguas mientras explicaba que, tras la «Tetralogía», en el Palau ha arrancado un ciclo dedicado a Satrauss, que ha inaugurado «Salomé» y que dentro de dos temporadas subirá a escena «La mujer sin sombra». «También tengo que destacar el éxito del estreno de ‘‘Qualia-Jardí Blau'', de Sánchez Verdú, que ha sido impresionante dentro del Festival. Él me ha ayudado bastante durante los ensayos», comenta, para después confesar que no sería capaz de elegir un compositor favorito: «En 400 años y de Monteverdi a Sánchez Verdú... no puedo elegir un favorito. Mozart seguirá existiendo hasta que muera la última cucaracha que haya sobre la tierra. No morirá, como no lo harán ni Leonardo ni Miguel Ángel. Sinatra también quedará, lo mismo que Schoenberg y Stravinski». El año que viene este director de 74 años cumplirá cincuenta de profesión y de guardar la batuta, nada de nada: «Espero seguir otros cincuenta más porque es mi trabajo y mi idioma, aunque mi mujer cree que trabajo demasiado». Su mirada está siempre puesta en la India, «donde hay mucho talento, pero no una Escuela Reina Sofía», aunque se siente muy orgulloso de la que ha montado en Bombay: «Quién sabe si de ella podrá salir una Alicia de Larrocha».
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