Murcia

Pan partido y compartido por Luis Emilio Pascual

La Razón
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Hasta el 2 de septiembre no volveremos a la lectura continuada del evangelio de Marcos. Estos cinco domingos de verano, muy proclives a olvidarnos de lo cotidiano para darnos al descanso -totalmente necesario- y a la relajación, incluso en nuestra vida de fe -y esto sí es peligroso-, la liturgia dominical va a desgranar un capítulo clave del evangelio de Juan: el discurso del Pan de Vida, que se inicia hoy con la multiplicación de los panes y los peces a orillas del lago. ¡No nos despistemos!

Las narraciones de la multiplicación de los panes son anuncio de la intervención salvífica de Dios. El mensaje es claro y contundente: el pan compartido sacia el hambre de la gente, pero Jesucristo es el verdadero pan partido para la vida de los hombres.

Compartir es signo de solidaridad. El pan, bendición divina y fruto del trabajo del hombre, se multiplica en manos del profeta Eliseo para remediar el hambre de la multitud. El milagro de Bal-Salisá es anticipo del gran milagro realizado por Jesús junto al lago de Tiberíades. También hoy, como entonces, muchas personas -cada día más, por desgracia- se levantan cada mañana y salen a buscar trabajo para poder comer y vivir, y muchas -demasiadas- mueren por no tener nada para comer. De sus gargantas brota un grito débil y angustiado. Pero hoy, además, hay también hambre de virtudes humanas y cristianas… y esto es importante, porque si bien siempre habrá pobreza que atender y remediar, si no hay corazones sensibles a la comunión nunca habrá pan partido ni compartido. Y es que compartir significa precisamente esto «partir con». No se trata de dar lo superfluo, lo que no me vale o me sobra; se trata de partir con el otro, que es «mi hermano», y sufre escasez material o espiritual, de cosas o de afecto, de cultura y salud o de dignidad.

Dios nunca es indiferente al sufrimiento de los hombres; lo vemos en Jesús, que se compadece de aquella multitud hambrienta. Y también en cada cristiano -otro Cristo- que ejerce la caridad cotidianamente, y más en este tiempo duro de crisis. Somos ese muchacho del evangelio que pone a disposición del Maestro «lo que tiene»: comparte para que Jesús parta. Resultado: todos son saciados… y sobra. Es como el que en una noche oscura enciende una vela: sola no disipa las tinieblas y, sin embargo, ilumina un espacio; quizás sea la primera, luego vendrán otras velas y todas ellas unidas sí logran acabar con la tiniebla. Es el don de cada uno puesto en las manos de Dios lo que hace posible el milagro.

Nuestro Obispo, en una carta que nos pide leer hoy en las celebraciones, se hace eco de este sufrimiento actual y nos invita a la oración y a las iniciativas de caridad. Por otro lado, no estaría mal que conocieras la última campaña de Cáritas - «Hermanos»- y activaras tus «genes solidarios». Aconsejo una lectura refrescante para este verano: la encíclica «Caritas in veritate» del Papa Benedicto XVI. Una auténtica joya.

 

Luis Emilio Pascual*
Capellán de la UCAM