Comunidad de Madrid

Esperanza

La Razón
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En todas las grandes ciudades ha habido siempre un recinto para lo público. Allí la gente solía reunirse para comerciar, para informarse, cotillear, discutir de política o, más simplemente, para verse unos a otros y dar rienda suelta a algunas de las muchas pasiones que nos mueven y nos divierten. También solía ser el espacio donde se desplegaba el poder político, representado por la sede de alguna institución de fuste. En Madrid, ése era el papel de la Puerta del Sol. En siglos antiguos, la Puerta del Sol escandalizaba a toda Europa por la desfachatez de sus habitantes y la libertad de costumbres que allí se estilaba sin el menor recato. No cambió con la dictadura, ni –lo que era aún más peligroso– con la democracia y la prosperidad. Hoy en día, la Puerta del Sol sigue siendo un recinto popular, donde las clases sociales, las procedencias geográficas, los idiomas y las preferencias de todos los tipos se mezclan sin mucho respeto a las jerarquías. Un español se reconoce de inmediato en ella, y un extranjero se siente, además de asombrado y curioso, bien acogido. Desde hace ocho años, en la Casa del Reloj, el edificio que se levanta en la Puerta del Sol en representación del poder político, trabaja Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid. Esperanza Aguirre personifica como nadie el orgullo, la independencia, el humor, la tozudez, el descaro y la cortesía madrileños. Incluso ha dado nombre político a ese carácter: lo llama liberalismo. Esperanza Aguirre reconcilia así el ejercicio del poder con el gusto libertario que se desprende del paisaje de la Puerta del Sol. Es una combinación peculiar, ajena a cualquier conservadurismo –lo que no siempre es bueno– y que a veces resulta difícil de entender para mentalidades más prudentes y sensibles a la continuidad. A los que sabemos desde pequeños lo que esa libertad quiere decir, Esperanza Aguirre nos da ánimo para seguir adelante, nos hace sonreír y nos infunde confianza en la vida. Se entiende bien que seamos tantos los que no hemos parado hasta decirle que estamos con ella y que la queremos.