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La revolución de las coderas

La Razón
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Las revoluciones casi nunca se sabe cómo empiezan y la historiografía tampoco suele ponerse de acuerdo en la hora de darlas por finalizadas. Hay siempre causas remotas y desencadenantes ocasionales pero es metafísicamente imposible determinar con exactitud el lugar de la mecha o la mano que la prende de forma irreversible. Es más, cuando estas interrogantes comienzan a ser formuladas lo más probable es que el estallido sea ya, separado de su etiología, un clamor que escribe, a veces sin saberlo, una nueva página de la Historia. Algo de esto ocurre con la protesta de los funcionarios andaluces contra el decreto de reordenación del sector público, primera contestación masiva y organizada desde que hace treinta años existe el poder autonómico. Por alguna razón, y sin descartar ninguna, tampoco cierto corporativismo, de repente miles de empleados públicos han comenzado a tomar las calles y a sitiar las sedes de la Junta de Andalucía. Y donde durante lustros ha habido acatamiento ahora hay rebelión y desafío. Los documentos oficiales se filtran a la prensa sin pudor y por las redes sociales circulan sin freno las miserias de la administración andaluza y sus amplios aledaños. El poder, sorprendido y desbordado, ni lo entiende ni sabe explicarlo y por mucho que haya pasado a una pedagógica contraofensiva ya nadie atiende a argumentos. Las razones de una parte se han convertido en el objetivo de todos y sólo se escuchan los gritos de las manifestaciones. Las instituciones –gobierno y sindicatos asimilados– han perecido ahogados en una marea que contagia su agitación allá donde llega. El otro gran signo revolucionario es que han comenzado a rodar cabezas como la del recién dimitido secretario general de Administración Pública. Sin embargo, no podemos alcanzar todavía el alcance de esta «revolución de las coderas», gente que reivindicando haber aprobado sus oposiciones, se ha erigido en la más peligrosa y desestabilizadora oposición que jamás ha padecido el régimen autonómico andaluz. Aquí dejaremos pues este artículo porque probablemente quede casi todo por escribir.