España
Marruecos el peligro acecha
El partido islamista Justicia y Desarrollo se ha hecho con la victoria en las recientes elecciones marroquíes. Después del referéndum constitucional de julio, acelerado por el rey Mohamed VI, estos comicios legislativos buscan dar estabilidad al país con una tímida apertura y un sustancial paquete de reformas que lo alejen de las «primaveras árabes», vividas o padecidas por sus vecinos, con desigual resultado.
Sin embargo, los votos obtenidos por los islamistas Justicia y Desarrollo no son suficientes para gobernar en solitario. Deberán formar una coalición de gobierno con los nacionalistas del Istiqlal –hasta ahora en el Ejecutivo– y con los socialistas. El atomizado sistema electoral marroquí propicia estas uniones contra natura y, en consecuencia, imposibilita la aplicación del programa completo de un partido político. Todo bajo la supervisión del monarca alauí, principal inspirador de este cambio con sus reformas constitucionales de hace cinco meses. Unas reformas que, para muchos, han propiciado la victoria de los islamistas moderados y que son la causa de que los mismos triunfadores asegurasen, a las pocas horas de conocer su triunfo, que son profundamente monárquicos y celosamente respetuosos de la autoriadad que representa Mohamed VI. Esa medida falta de laicismo o esa religiosidad tienen en el rey a su principal interesado. Al fin y al cabo, su legitimidad como Jefe del Estado se basa en su calidad de Comendador de los creyentes. Si es líder político es por ser líder religioso. Sin embargo, la victoria islamista en uno de los principales socios comerciales de la Unión Europea, frontera directa con España y guardián de las oleadas migratorias procedentes del África subsahariana que, en más de una ocasión, Rabat utiliza en su provecho, nos afectará de manera directa. Y más si cabe a la vista del cambio político también en España, ya que desde Marruecos se observa al Partido Popular como un serio y celoso vigilante de la soberanía española. Con él no caben juegos y tensiones como los vividos con el Ejecutivo español cuando es el PSOE el que está en el poder.
Europa, y especialmente España, estará atenta a los primeros movimientos de unos islamistas empeñados en no parecer radicales. Quizá porque los verdaderos radicales marroquíes de Justicia y Espiritualidad siguen estando reprimidos y apartados de la pugna política. En el otro lado de la balanza, el movimiento 20 de Febrero, que exige verdaderas reformas democráticas, no acaba de despegar. Marruecos deberá dar pasos firmes hacia la vertebración de una sociedad más igualitaria y libre. Un desafío difícil de alcanzar ante el ejemplo de lo sucedido a sus vecinos, donde las ansias de democracia se han tornado en guiños a la ley islámica dentro de un laberinto político caótico.
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