Cataluña
Una nación ingobernable
Es una nación culta y pacífica. Pero un huracán la pone en riesgo. Pocos son, pero cunden mucho los que predican falsos paraísos separatistas
Lee uno los periódicos por la mañana y se le abren las carnes. No hay acuerdo ni sobre el Estatut, ni el agua, ni la educación, ni el velo y se discute la autoridad de los tribunales... Los activistas gritan contra el orden legal, glorifican a aquella detestable República.Y, sin embargo, España es una nación que se esfuerza y trabaja. Muchísimos dan más de lo que sus fuerzas permiten. Es una nación culta y pacífica. Pero un huracán la pone en riesgo. Pocos son, pero cunden mucho los que predican falsos paraísos separatistas o feministas o fuera la ley común. Lo que esa franja lunática propone, mediante arbitrios varios, es propagar sus mitos y, en suma, conseguir poder. Ignoran el del pueblo, eso es democracia. Ignoran todo acuerdo, organizan incidentes, convierten en noticia provocaciones prefabricadas.¿Estamos en el año treinta y seis? Nos fatigan con tanto publicitar a gritos los nuevos (viejos) paraísos, esas vitrinas del egoísmo, el fanatismo, la insolidaridad. ¿Por qué no callan un poco y nos dejan vivir?Y detrás de esas erupciones hay un clima político que las hace posibles. Se logró, y es un éxito grande, la creación de una democracia. Pero tiene demasiadas fallas peligrosas. Difícil que siga adelante una nación con diecisiete autonomías y diecisiete parlamentos: a veces logran avances porque están cerca de las cosas, otras alargan cada vez más sus tentáculos, aspiran a todo: a una educación laxa, a insistir en las diferencias. Algunas, a aflojar la ley común.Cataluña es el ejemplo máximo: estatuto a estatuto, ley a ley lo que se busca es una segregación. Van logrando lo que no lograron sus padres o abuelos proclamando el Estado catalán. Y eso que los separatistas no son mayoría ni allí. Pero se ha inventado el gran truco: los grandes partidos necesitan votos y son nacionales... pero a veces transigen, uniéndose a aquellos que los tienen. Gran invento el de la democracia española: las minorías mandan. Mínimas minorías gritan contra el estado de derecho, quieren traernos un pasado fracasado. Los mayores absurdos cuelan como verdades absolutas con operaciones de lenguaje y de silencio. Un ejemplo: hay grandes celebraciones sobre los éxitos de la lengua española (éxitos fuera, lo de dentro se calla). La lengua común de todos, digo todos, a la que llaman castellano (ese fue su origen, hoy es español y aun americano) es perseguida. Ella y sus hablantes. Esta persecución se silencia. Por supuesto, las lenguas minoritarias son respetables, pero mayor respeto merece la lengua común, que beneficia a todos. Esto es ejemplo de una cierta resignación ante los fanáticos, los que gritan o se teme que griten. Se prefiere perder antes que provocarlos. Ahí va otro ejemplo. El ministro de Educación, Sr. Gabilondo, un hombre que conoce la enseñanza, que no es extraterrestre como algunos de sus predecesores, intenta arreglar el desaguisado educativo. Pero en el PSOE, autor de ese desastre, hay un entramado de prejuicios, de «mantenella y no enmendalla», que hace difícil cualquier reforma. El proyecto de Ley de Educación, según leo, dice cosas justas, pero no pasan de las buenas intenciones. Y de contenidos ni habla. El clima no permite más. Volviendo al español, ese proyecto dice que «los poderes públicos deben poner los medios necesarios» para que al final de sus estudios todos los españoles conozcan nuestra lengua. ¿No sería mejor legislar la obligatoriedad de la lengua española en la enseñanza? ¡Como en la Constitución de la República!Esto en Educación, pero es sólo un breve resbalón en el pantano en que han chapoteado todos los socialistas, imbuídos a partir de un momento en el mito pedagógico de la enseñanza fácil, lúdica, sin control. Hay nombres y fechas. Pero hay algo nuevo, no sólo español: Bolonia, ya en lo universitario. Refleja un declive cultural europeo del que otro día hablaré. Resumen, ¡menos exigencias, todos para dentro! Ya se ve a qué precio. Prima la escolarización, como dijo la vicepresidenta del Gobierno el otro día: con velo y sin velo, con saber y sin saber. Si el profesor suspende, se suspende a sí mismo, dicen ciertos pedagogos. Todos para dentro, luego ya se verá. ¿Y qué decir de algo que llaman igualdad y en realidad son cuotas discriminatorias, antidemocráticas? En oposiciones hay que volverse locos para cubrir la cuota femenina. A las Academias también se les pide la cuota (por ahora no hacen caso). Un clima de paranoia lo envuelve todo. Yo he oído decir a mujeres catedráticos que lo son por sus méritos, no por la cuota. Todas y todos son tratadas igual, dejemos los mitos. Ya ven, esos mitos de pequeñas minorías nos están invadiendo. No quiero seguir, nos llevaría al infinito. Los criterios de trato igualitario sucumben ante las discriminaciones y las cuotas (la real desigualdad). Y sufrimos todos. Como tampoco son iguales España y tal o cual Autonomía, no hay lugar a un pacto entre iguales. Ni representan a España mínimas minorías gritadoras con visiones desenfocadas e ignorantes.Humanidad, justa igualdad, apertura de miras, respeto a los acuerdos y a la racionalidad, todo esto es justo. Lo demás es antidemocrático, irracional, mero disolvente. Democracia es acuerdo a partir de unos principios comunes, esto es, con renuncia al abuso y a los trucos verbales. Si no, triunfan posiciones egoístas, se disuelve la comunidad.
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