Los Ángeles

Una historia en seis acordes

Leonard Cohen comenzó en un encuentro casual. En un tropiezo callejero en la ciudad de Montreal.

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Fue al lado de una pista de tenis, cuando escuchó a un muchacho, que no había visto antes, tocar la guitarra. Hasta entonces él era «un guitarrista indiferente que golpeaba» las cuerdas, que «conocía acordes», que «bebía con amigos» y cantaba canciones con ellos. No era el Leonard Cohen de «Suzanne». Tampoco el que escribió «si ésta es tu voluntad / que yo no hable más / y que mi voz esté en silencio / como lo estuvo antes / no hablaré más / sabré esperar / hasta que me llames / si ésta es tu voluntad». El cantante, en una improvisación emotiva, narró cómo descubrió el camino que le convertiría en músico. Dejó el sombrero en la silla y con la voz profunda que han ido desgastando las canciones, relató: «Le pedí que me diera clases. Era un joven de España. Nos entendíamos en francés. Y me dijo que sí. Al día siguiente vino a mi casa. Yo intenté tocar algo y me indicó que no tenía ni idea. "Déjame afinar la guitarra". La cogió. "No suena mal"y me la devolvió. Toqué fatal. No sabía tocar mejor. "Voy a tocar unos acordes", me indicó, y produjo un sonido que no había oído. "Y ahora hazlo tú". Puso mis dedos en el mástil. "Ahora toca". Fue un desastre. Al día siguiente volvió. Puse los dedos en el mástil, la guitarra en el regazo. Esos seis acordes salieron mejor. Y ya me los sabía muy bien». Leonard Cohen enfatizó sus palabras entonces. Indicó que lo que iba a contar, no lo había contado antes. Y dijo: «Al día siguiente no vino. Tenía el número de su pensión, llamé y me dijeron que se había suicidado. No sabía nada de él, de qué parte de España procedía, por qué estaba en Montreal y por qué se había quitado la vida. Pero esos seis acordes, esa pauta de sonido, son la base de todas mis canciones, de toda música que he escrito. Ahora podrán entender mi gratitud hacia este país. Todo lo encomiable que hay en mis poesías, mis canciones, están inspiradas por esta tierra. Por eso les agradezco su hospitalidad y que me hayan permitido poner la firma en esta última página». Cohen también contó que, mientras preparaba su maleta en Los Ángeles para venir a España, le asaltaba una preocupación. «Estaba inquieto porque la poesía proviene de un lugar que nadie controla ni conquista. Es difícil aceptar un premio de una actividad que no se domina. Si supiera de dónde vienen las canciones, haría canciones con más frecuencia».