Fotografía
«Is this the Spanish Revolution»
«Oye, hazme aquí una fotografía, con los chicos de fondo», «¿Tú qué pasa, que quieres una foto de todos los sitios que estás?», «Sí, sí, ¡Charo, ponte!». No, no es una escena recogida en la Plaza Mayor, ni frente a la estatua de Velázquez que anticipa a El Prado, era en la Puerta del Sol frente a una de las tiendas de campaña de la acampada de los «indignados». Los toldos y los puestos desde donde se distribuye la comida, la bebida, mantas y demás complementos para formar el «kit» de supervivencia, dan a este movimiento una apariencia física que bien podría ser el Rastro un domingo cualquiera. El paisanaje es similar, aunque las intenciones son bien distintas, salvo para los «turistas de las revueltas». Apenas un gesto delata a los que están implicados y a los que simplemente pasan por allí para no quedarse: éstos últimos utilizan el móvil como improvisadas máquinas fotográficas, además de los que llevan una cámara en condiciones. Su voracidad por captar este «mayo del 2011» es voraz. Lo mismo inmortalizan a dos hombres dormidos cabeza con cabeza, que los únicos carteles en los que se puede ver en la misma instantánea estos días a Zapatero y a Rajoy, el cartel de Himmler con un euro en la frente, o el lema «La revolución sin botellón», aunque la papelera de al lado esté llena de botes de cerveza.
«Tú mira eso»
«Tú mira eso», decía una mujer con una bolsa del gran almacén que hay al lado a su compañera de expedición. «Eso» era un puesto en el que se anunciaba que la única comida que se distribuía ahí era para vegetarianos y veganos. «Que comida más rara comen», decían mirando a unos brotes de soja y humus, «así están, mira a esta chica, parece tísica». La joven iba a lo suyo, concretamente a un incidente que sucedió la noche del jueves. Visiblemente enfadada decía que si la filosofía de este campamento era la diversidad, a cuento de qué unos arrancaron una pancarta feminista. «¡Esta revolución es para todos y para todas!», gritaba mientras unos espontáneos que siempre están en Sol vegetando las silbaban. Estos hombres se quejaban de que les habían invadido su lugar de esparcimiento y también de trabajo, ya que ellos también portaban un cartel, el de todos sus días, en el que decían que tenían hambre y pedían unas monedas. «Con tanta gente aquí, no nos dan ni una moneda».
«¿Is this the Spanish Revolution?», preguntaban dos turistas con sus maletas a cuestas, que rápidamente desenfundaron la cámara de fotografía con un zoom kilométrico para posar con el brazo rodeando los hombros de un «revolutionary», un chico de 24 años con vaqueros, camiseta y gafas que un kilómetro más allá, en la Gran Vía, por ejemplo, podría pasar por lo que es: un universitario que lo ve todo muy negro.
También hay «revolucionarios» que peinan canas y que se ponen la vitola de haber estado en el «mayo francés», pero tampoco faltan los jubilados ávidos de alicientes vitales que observan la acampada como si estuvieran mirando una obra. «Si yo les entiendo, que les estamos dejando una muy mala herencia, pero ¿usted ve normal eso?», decía uno de ellos señalando con el dedo. A lo que se refería era a una pareja comiéndose a besos. «¿Para qué están aquí, para protestar por su futuro o para hacer una bacanal?». Y es que este hombre veía una clara incompatibilidad entre la «revolución» y la pasión. Otro, que proclamaba que el «mayo francés» no había servido para nada, se metió en un bonito jardín al arrancar varios carteles que pedían que el domingo no se votase. «¡Mañana sí, mañana lo puede quitar, pero hoy no, estamos en nuestro derecho!», gritaba una joven, que esquivaba las fotografías como podía. Lo cierto es que en el campamento, mientas la gente curioseaba por los puestos, y aprovechaba para comerse un bocadillo y un vaso de agua gratis, todo sea dicho, había una calma tensa. Están dispuestos a resistir hasta el lunes, diga lo que diga la Junta Electoral, pero, ¿y después? «Pues por eso hemos venido a verlo y sacar unas fotitos por el móvil, no nos queríamos perder esto», «¿Pero se quedan?», «no, eso no, pero verlo sólo por la tele siendo de Madrid...».
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