Literatura

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Ordenadores

 
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El ordenador es un instrumento que sirve para muchas cosas pero, en lo que a los escritores nos afecta, la más importante es que ha sustituido a la máquina de escribir. El portátil ha jubilado a la clásica Olivetti de los reporteros y, para nosotros, es mucho más agradable el tacto de su teclado porque no machaca las yemas de los dedos hasta almohadillarlas con un callo, deformación que únicamente tienen en común los escritores a la antigua y a los guitarristas.

Actualmente, los ordenadores portátiles mandan en la escritura y podemos encontrar en el mercado una amplia gama de ellos. Están los finísimos Vaio de Sony, que producen una prosa aerodinámica y cibernética, de frases cortas y mucho punto y aparte. Los Toshiba son serios y fuertes, resistentes y de larga duración. Son además accesibles y de mejor reparación, con lo cual producen una prosa pulidamente pomposa pero muy precisa. Es un estilo que entiende todo el mundo y que permite visualizar claramente las cosas. Los Hewlett-Packard, como su nombre hace sospechar, son más barrocos y abigarrados; producen unas palabras más largas y aparentemente más intelectuales. Pero ese abigarramiento opaca muchas veces para el lector la correcta percepción de lo que se quiere decir. Lo cierto es que, muchas veces, se entiende por poesía a esos rasgos. Los Acer escriben unas palabras llanas y populares, eminentemente prácticas, pero a veces un poco ortopédicas. Ocasionalmente, si no vigilas, pueden estar aromatizadas de resentimiento social. Luego están los ordenadores de mesa pero ahí el campo se amplia hasta un extremo de inmensas posibilidades y no vamos a entrar en ello.

Lo sorprendente de todo este panorama es que tengo observado que todavía hay quien cree que las palabras las pensamos los escritores y no esas máquinas. Desde luego, qué candidez.