Barcelona
Las artimañas de Fran Rivera por Jesús Mariñas
Borja y Blanca dieron el pistoletazo de salida de los nuevos nacimientos, mientras que, por otro lado, se llora a Íñigo de Artega, quien era elegante además de buenísima persona. Su accidente aéreo estremece, pues tenía sólo 43 años. Íñigo era parte de una «jet» asequible, humana y nada pretenciosa. Tenía una elegancia clásica, nada chirriante, al estilo de Joanes Osorio, Carlos Huéscar o Pablo Hohenlohe. Son de los que se hacen notar sin almidonamiento ni posturitas.
Llega un otoño repleto de partos rimbombantes: Jessica y Paquirrín serán la continuación de Enzo Thyssen en tema de alumbramientos, menos aprovechados que el aún coleante de Carla Goyanes. Supongo que el de Ortega Cano y Ana María arrollará, al igual que el de Shakira y Piqué –que vive sus horas más bajas–, mientras que el de Marta Ortega –la heredera más rica de España sin necesidad de blasones– alegrará la sapiencia tan modesta de Amancio Ortega. Dará a luz en La Coruña frente a las increíbles cristaleras del Perrote, donde reside, al no haberse trasladado al ático dúplex que la pareja tenía pensado ocupar en Barcelona. Incluso, ya estaba acondicionado y era visitado por algunos curiosos.
Los Duques de Feria son otros en el candelero alumbrador y, así, Naty será abuela por partida doble. Le llegará con más de setenta increíbles años que nadie puede calcularle. Pero ahí están, como la creciente tristeza de la Duquesa de Alba. Un decaimiento que casi roza la huelga de hambre. Ya sólo hace la comida entera a mediodía y despacha el desayuno y la cena con unos zumos. Así dicen que mantiene su talla 36, pero me aseguran que no es la misma desde la traición de Fran, al querer llevarse a su nieta. Aseguran que Fran cuenta que se va «por estar cerca de mi hija». La verdad es que su nombre no figuraba en la plazas de primera y poco esperaban de él, volcado totalmente en administrar plazas como la de Málaga y Ronda, donde la última goyesca supuso un fiasco anunciador del declive. Maniobra maquinada para demostrar que «desde ahora viajaré menos y así podré volcarme en mi hija». Pienso que nadie como una madre, duquesa o portera, para criar a un hijo. Los demás son cuentos, apaños, triquiñuelas. Lo malo es que la niña se emperra en irse con papá. Mal lo tiene la duquesita.
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