Murcia
La venta de perros peligrosos sin control
«El 24 de septiembre de 1999 un rottweiller atacó a Alessandro Lequio Obregón. Su madre, la conocida presentadora Ana Obregón, no sólo luchó físicamente contra el perro que desgarró el brazo a su hijo, también movilizó a la opinión pública y administrativa para que se redactara una ley sobre la tenencia de animales potencialmente peligrosos. A los dos meses, el 23 de diciembre, se aprobaba la Ley 50/1999.
Han pasado 11 años y este 2010 se cierra con cinco muertos por agresiones de perros; tres de los fallecidos fueron mordidos por canes de razas peligrosas. La Asociación Justicia Animal ha solicitado al Ministerio de Presidencia que se modifique la popularmente conocida como «Ley Obregón». Para ello, han realizado una investigación en la que queda de manifiesto el descontrol que existe en torno a estos animales.
Contactaron con 250 personas que anunciaban en internet la venta de rotweillers, pittbulls, american stanford... y otras razas potencialmente peligrosas. «Ninguno de los entrevistados tenía autorización para la venta de estos animales, tampoco el permiso de núcleo zoológico ni la licencia de tenencia para este tipo específico de perros, y mucho menos el seguro obligatorio», comenta Matilde Cubillo, presidenta de Justicia Animal.
«La ley 50 se hizo muy deprisa y ha demostrado que se ha quedado un poco coja», afirma Cubillo, quien no entiende cómo es posible que haya chicos que cualgan a sus pitbulls de los árboles del parque para que desarrollen más la dentadura, a la vista de todos. Está claro que «no todo el mundo puede cuidar de estos animales». En teoría, la «Ley Obregón» exige un test psicológico, pero según cuenta la presidenta de Justicia Animal, es el mismo que se hace al sacarse o renovar el carnet de conducir, es decir «no se detectan los brotes agresivos, y lo que es peor, tampoco se regula que los propietarios lo tengan, ninguno de los 250 que entrevistamos lo tenían».
La venta por internet hace más fácil que se puedan adquirir estos animales. Por el contrario, en lugares como un criadero legal, o incluso en un albergue de animales abandonados, sí que piden la documentación, la licencia y el certificado de antecedentes penales.
En los anuncios de las webs estos perros «se venden mucho más baratos y no es necesario más que presentarte en el lugar donde te citan; además, pedíamos facturas y no nos las hacían», explica indignada a LA RAZÓN Matilde Cubillo.
En Justicia Animal no quieren lamentar más familias rotas por la muerte de niños. Ni tampoco que todas las personas que cumplen la ley, llevan a su perro con bozal y han hecho todos los trámites sean señaladas siempre que van por la calle con sus animales de una de estas razas. «El Gobierno debe tomar en serio este problema y velar por la seguridad de los ciudadanos. Dependiendo de quiénes sean sus dueños, estos animales pueden actuar como si de un arma se tratase», dice Cubillo, quien remarca que «no es la raza del animal, sino las manos en las que caen los que los convierten en peligrosos».
Coco, ganador de la semana
oco es un gatito de dos años al que Manuel encontró en la calle: «Mi novia y yo lo recogimos cuando tenía pocas semanas de vida. Nos dio mucha pena, ya que estaba maullando sin parar, asi que le metimos en una caja y nos lo llevamos para casa». Al principio no se portaba nada bien,«le encantaba mordernos los pies», comenta su dueño. Sin embargo, poco a poco su rebeldía se fue quedando a un lado: «parece increíble pero ahora es un gato muy tímido y tranquilo. Cuando llegan desconocidos a casa lo primero que hace es huir de ellos, pero al poco tiempo se le pasa y está deseando que le den mimos y que jueguen con él», afirma Manuel. A este felino le encanta dormir y su posición favorita es la que aparece en la foto, «es muy curioso pero siempre que puede se duerme boca arriba y le da igual el sitio». Manuel y su novia no sólo comparten su casa con Coco. También viven con dos hurones, una cobaya y otro gato al que adoptaron en un viaje que realizaron a Murcia. «Este otro minino es un comilón, tenemos dos comederos en casa, uno para cada gato, pero Coco siempre suele quedarse sin comida porque su hermano cuando se acaba lo suyo decide comerse también lo de él», comenta Manuel.
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