Música
Un «crooner» de consumo rápido
Michael BubléM. Bublé (voz), A. Chang (piano), R. Castillo (percusión), D. Meneghin (guitarra), C. Polasko (bajo), R. Perkins (batería), B. Lipps y J. Smith (trompeta) N. Vayenas y J. Brown (trombón); J. Rodríguez, R. Wilkerson y M. Small (saxos barítono, alto y tenor). Palacio de Deportes. Madrid, 31-X-2010.
Nadie podrá decir que Michael Bublé no sabe vender su imagen: romántico empedernido, truhán impenitente, amable en las distancias cortas, precoz figura del jazz –apenas tiene 34 años– en su versión «best seller», impecablemente trajeado, exhibiendo una sonrisa traviesa y, por si fuera poco, soltándose con un español chapurreado con gracia, fruto de su relación con la actriz argentina Luisana Lopilato. El yerno ideal si no fuera porque su corazón parece comprometido, tal como recordó en Madrid, con 12.000 personas abarrotando el Palacio de los Deportes.
Pero una cosa, vino a decir, no quita la otra, así que se mostró enamorado de su público, al que se metió en el bolsillo desde el principio con toda una retahíla de trucos: a la segunda canción ya estaba rompiendo el protocolo, invitando a un joven seguidor a acompañarle en «All of me»; desplegó luego toda su artillería de chascarrillos, se marcó unos pasos de baile a lo Michael Jackson y se tiró un cuarto de hora para presentar a los doce miembros de su banda. Total, que si lo de la música deja de funcionar, tiene el futuro asegurado como monologuista del «Club de la comedia». Respondía todo a una máxima que Bublé confesó tomar de Robbie Williams: el entretenimiento es lo primero. «Un concierto es aburrido», aseguró. «Lo que yo quiero es una fiesta». Sólo faltaron las palomitas tamaño XXL y el espectáculo hubiese sido redondo.
También cabe hablar de la parte musical, aunque por momentos –sobre todo en la primera hora– pareciese relegada a un papel secundario. Es innegable que el «crooner» canadiense posee una garganta privilegiada, pero sus interpretaciones no siempre están a la altura de esa gran voz: a veces sin fondo, otras empeñado en envolver los temas en celofán («Mack the knife») y alguna más haciendo que las comparaciones sean odiosas, especialmente si uno escucha su «Crazy love», sin ningún empaque, y luego recuerda el original de Van Morrison.
Versión de los Eagles
Pero también hubo momentos más que aceptables: el arranque con «Cry me a river», el pulso pop de «Haven't met you yet», una muy digna «For once in my life», la sorprendente captura del «Heartache tonight» de los Eagles y hasta la socorrida «Me & Mrs. Jones», con todo el azúcar imaginable. Algo justito para quien ha sido llamado hijo artístico del Rat Pack, pero suficiente para un «show» de consumo rápido, tan entretenido como trivial.
El amor loco
Sólo el hombre tropieza dos veces con la misma piedra. Y esa piedra, señaló Michael Bublé en un breve encuentro con los medios, es el amor: «A pesar de que acabamos con el corazón roto y decimos que nunca más caeremos, un buen día vemos a la mujer de nuestros sueños y nos volvemos a enamorar». De ahí lo de «Crazy love», su último trabajo, que ahora se publica en versión extendida, ampliando su repertorio de «standards»: «Cuando escribo mis propias canciones es fácil, no hay nadie con quien comparar, pero enfrentarme a temas que ya han hecho Dean Martin, Frank Sinatra o Ella Fitzgerald es más complicado, porque tengo que buscar algo nuevo, hacerlos míos», explicó el cantante de Vancouver.
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